EL CHAFLÁN
Cuatro años después y aún peor
HACE cuatro años, el entonces presidente José María Aznar nos pidió un acto de fe: «Créanme, Sadam Husein tiene armas de destrucción masiva». Hace unas pocas semanas hizo un amago de arrepentimiento de los pecados: «Entonces no lo sabía, pero ahora ya sé que en Irak no había armas de destrucción masiva». Ayer, si hubiese guardado silencio, podía haberse ahorrado la constatación de que el ex presidente del Gobierno no tiene propósito de la enmienda: «No debemos escapar, porque sería reconocer una derrota». Cuatro años después, ¿hay más derrota, al menos moral, que haber invadido un país con pretextos falsos, provocar que se desaten los odios tribales, alentar el terrorismo donde lo que había que combatir era a un tirano, que hayan muerto miles de personas y que se haya destrozado un país? Muchas veces el lenguaje expresa más de lo que queremos. ¿Por qué habla Aznar de escapar? Lo que la inmensa mayoría de los ciudadanos del mundo pide no es una huida, sino que se retiren los tanques y los soldados de un país con el que ahora sí que hemos contraído una enorme deuda. ¿A quién hay que vencer? Sadam Huseín ya fue ajusticiado con los mismos odiosos métodos que él empleaba. Nos dijeron que el enemigo a batir es el terrorismo internacional, pero ¿no ha quedado claro a lo largo de estos funestos cuatro años que las cosas siempre pueden ir a peor con la estrategia de Bush en Irak? Algunos informes hablan de hasta 600.000 muertos desde el comienzo de una guerra que algunos dieron por terminada cuando vieron rodar por los suelos la cabeza de una estatua del dictador. Los ciudadanos de Estados Unidos se impacientan porque ya han enterrado a cuatro mil de sus soldados. Ni siquiera aprecian los beneficios que prometían los más cínicos, que sin rubor hablaban del precio del petróleo y de los contratos para la reconstrucción. Han comprendido que hoy las cosas están peor que hace cuatro años. Los iraquíes tiene una baza a su favor: Bush no necesita una guerra para las próximas elecciones, porque no se puede presentar. Los españoles hemos sufrido una vez la vergüenza de que nuestro Gobierno abrazase al señor de la guerra, de una guerra que no queríamos y que se empeñaron en hacer nuestra. Aquel presidente, hoy políticamente jubilado, pero muy activo en los más dispares foros internacionales debería hacer un ejercicio de contención, y hasta de contrición. Porque incluso él sabe que no había motivos para una guerra ilegítima.