Dejación o permisividad

TENEMOS miedo de ejercer la autoridad. Hoy no es políticamente correcto y así hacemos dejación de nuestros derechos. Todo comenzó hace años permitiendo que en ciertos bares del Húmedo de reducido aforo los parroquianos sacaran sus consumiciones a la calle. Lo que empezó en unos pocos locales pequeños hoy está generalizado Así no sólo ensucian la calle y estorban a los viandantes sino que también impiden dormir a los vecinos creando un problema que sigue sin solución. Después comenzó el vandalismo juvenil con la fiebre del fin de semana noche. Unas señales de tráfico por los suelos por aquí, unas cabinas telefónicas destrozadas por allá y unas papeleras o contenedores quemados por acullá parecía ser el precio a pagar por nuestra permisividad y lo pagamos. Pero ahora ya no vale con eso quieren más y auxiliados por el teléfono móvil son capaces de convocar concentraciones etílicas para cualquier día, porque aunque ahora lo anuncien con mucho tiempo, también pueden cogerle gusto a la juerga improvisada. Lo que yo no entiendo es que para una concentración de cualquier tipo, aunque sea de lo más cívica e inofensiva, haya que pedir un permiso gubernativo y para los macrobotellones, como no se sabe quién fue el primer convocante no se pide nada. Y además se celebran en recintos que son de propiedad pública y sus rectores no llegan más allá de cerrar las puertas con mucha anticipación y rezar para que no haya muchos destrozos. La Universidad, sus facultades, están cerradas por la noche, así que no deben permitirse las concentraciones en el campus. Ahora acondicionarán Clarés y me pregunto si también construirán una barra para que no les falte nada. Es lo que nos merecemos.