DESDE LA CORTE
El «abogado defensor» de etarras
¿QUÉ van a decir ahora, señores del PP? Hasta hoy, los portavoces de este gran partido se han hartado de arremeter contra el Fiscal General del Estado. Le han mandado manifestantes a la puerta de la Fiscalía. Lo han descalificado por la pena de prisión que pidió para de Juana Chaos. Le han llamado «abogado defensor de Otegi», porque un fiscal de la Audiencia Nacional retiró la acusación contra ese señor. ¿Qué dicen ahora? Porque ahora el fiscal jefe de la Audiencia Nacional le pidió al juez que prohíba el acto que el propio Otegi ha convocado para hoy en Baracaldo, y se supone que también actúa mandado por el Fiscal General. ¿Ahora ya es bueno el señor Conde-Pumpido? ¿Por eso guarda silencio (al menos hasta el momento de escribir esta crónica) el gran Partido Popular? Lo mismo cabe decir de Baltasar Garzón. Hace unas semanas, este popular juez redactó un auto que denunciaba la permanente criminalización de todas las acciones de la izquierda abertzale. Al publicarse su escrito, el magistrado sufrió todo tipo de descalificaciones. Se hurgó en su pasado. Se ridiculizó su biografía y su presunta vocación política. Pues ahora este juez prohibió el acto de Baracaldo, tal como había pedido el fiscal, y lo hizo por una evidencia legal: el partido Abertzale Sozialisten Batasuna puede ser una continuación de Batasuna. Sólo les deja una puerta: que demuestren que renuncian a la mención «directa o indirecta» de esa formación ilegal. ¿Sigue siendo Garzón un juez que actúa en sintonía con el gobierno, o ahora es un hombre recto y sólo regido por lo que dice la ley? Hago estas preguntas, porque se extiende la impresión de que el llamado «proceso de paz» puede hacer aguas. Estos días hemos comprobado que ETA se está rearmando y tenía al menos un comando listo para actuar. La persistencia del brazo político etarra en su actitud de no rechazar la violencia de forma expresa hace que se diluya la esperanza de un próximo final dialogado del terrorismo. Las palabras que dijo ayer el famoso Otegi sobre las consecuencias de su ausencia en el proceso electoral aumentan esa desesperanza. Todos deseamos equivocarnos, pero los indicios sugieren nuevos tiempos de dureza. Alguien tiene que hacer una reflexión sobre su propio discurso político. Alguien tiene que meditar sobre el daño que hizo a las instituciones por lanzar mensajes fáciles y de puro oportunismo, dedicados a exaltar los instintos justicieros de la sociedad. Salvo que entiendan también que lo hecho por el fiscal, lo firmado por Garzón, las invocaciones a la ley en el caso de la nueva marca de Batasuna y la exigencia de cumplir la Ley de Partidos formen parte también de algún engaño colectivo o de alguna conspiración.