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Publicado por
JUAN VÁZQUEZ
León

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HARÁ tres años por estas fechas, también en vísperas de elecciones, cuando los italianos de Perfidia , en aquella ocasión con un tal Moltacara o algo así, montaron un circo memorable, con carpa y todo, para poner en escena «el mayor espectáculo del mundo». El mago pidió un billete de cien euros -bueno, no, mejor a lo grande: 6.000 billetes de cien euros- a alguien del público; se los dio el generoso emperador allí presente, el mismo que había puesto la carpa para la ocasión. Le dio tres pases al parné . Nada por aquí, nada por allá y ¡Zas! Para asombro de todos los presentes en lugar de la guita apareció una asombrosa industria, envidia de todo el mundo occidental, con la que el Reino iba a producir betacotenostias , que debe ser algo así como los polvos naranjas de la Mirinda según dijo el gran mago, por las que se iban a pegar los comerciantes de medio mundo y que iban a multiplicar cada euro del emperador no por siete, sino por setenta veces siete. El escenario casi se viene abajo. Todos aplaudían asombrados y exclamaban: «¡Ohhh!» Uno de los presentes, un gobernante local que gobierna siempre, gobierne quien gobierne, hasta que ya no pueda porque León no quiera, entró casi en éxtasis y pidió cubrir de oro al mago trasalpino. Moltacara pasó entonces a enseñar la gran industria al emperador y su corte, pero con dos condiciones: Que no entrasen cámaras para que ningún rey extranjero pueda copiar tales maravillas, y que todos contemplasen los ingenios que allí se hallaban con ojos de honradez, ya que estaban concebidos de tal mágica manera que los arribistas y demagogos sólo verían en su interior ladrillos sin enyesar y tubos colgando. Pero todos eran puros y honrados, al parecer.