El calvario de las piedras

EL Gobierno convocó oficialmente ayer las elecciones municipales del 27 de mayo, aunque los alcadables ya abrieron la veda hace semanas (en el caso de León, la cosa se prolonga desde los tiempos de la moción de censura). Será casualidad, pero ayer arrancaba oficialmente, también, la Semana Santa. Así que la ciudadanía se puede dar por enterada de que, por decreto, ha empezado el calvario de las piedras. Y no es que lluevan piedras, como en el título de la película de Ken Loach (en realidad cuenta la historia de un trabajador en paro que hace lo imposible por cumplir con la tradición y que su hija lleve un bonito vestido en su primera comunión). A los políticos les ha entrado el azogue de sacar piedras hasta de los escombros, como el otro día Silván y Amilivia en la plaza de las Cortes que parecían dos arqueólogos de ocasión en busca de los orígenes del homo politicus. O el alcalde de Villaquilambre, paleta en mano, para asegurar la primera piedra de un carril bici. Claro que días atrás el de León hizo lo mismo y esta semana repitió la operación con piedras de las caras, las de mármol. En el afán de dejar huellas, no sólo han grabado la sandalia del romano desconocido en las calles; han erigido unas estelas que proclaman, como en tiempos de Augusto, la historia de Roma en León. ¡Ya era hora!, exclamaría el romano. Con los buenos canteros que hay en León -y que forma el Ayuntamiento en su Centro de los Oficios- y resulta llevamos años esperando a que se señalice (y se proteja de las micciones caninas y humanas) el depósito-vertedero instalado en el aparcamiento, por citar sólo un ejemplo. Será por aquello de que las cosas de palacio... En fin, que bienvenidas sean las elecciones, porque el electorado pondrá a cada uno en su sitio, y bienvenida la Semana Santa que la hostelería de León espera como agua de mayo en el campo. Más allá del fervor popular y (del poder local que suponen ya las cofradías), es una semana para dar un poco de alegría a la economía provincial. Salud.