Acerca de la autodeterminación catalana

LA PRIMERA tormenta catalana en el mandato de presidente Montilla ofrece la posibilidad de analizar desde ahora lo que suceda en este territorio desde una nueva realidad que vengo denunciando desde hace tiempo: Cataluña sobrevive lo mejor que puede en una desaceleración económica que trampea con dos cartas que no invitan precisamente al sosiego: una, la fábrica de turismo en que se ha convertido la capital, Barcelona, durante todo el año y dos, unos servicios sociales que se mejoran día a día y que ya buscan soluciones para los cientos de inmigrantes que caen en el paro o en la nada como consecuencia de la crisis de la construcción. Esta debilitación, camuflada en parte por la burbuja inmobiliaria de los últimos años, camina en paralelo a la debilitación del partido y gobierno de CIU, que en las elecciones de 2003 dio a ERC un inesperado resultado en votos y número de diputados hasta convertir a la organización asamblearia en bisagra para abrir y cerrar puertas de gobierno. Tras los enredos del primer tripartito, cuando los independentistas terminaron expulsados del gobierno, votando en contra del Estatuto catalán en el referendo de junio del pasado año y con graves crisis internas, nadie creyó que seguirían con el mismo número de votos y aún, aunque poco, al alza. Esta respuesta les generó la legítima expectativa de conseguir desplazar a CIU en el ámbito del nacionalismo, teniendo en cuenta que Mas no es Pujol y que las crisis entre Convergencia y sus socios de Unió han abierto fracturas cuya gravedad desconocemos. Los votos conseguidos por ERC vienen de CIU y de una nueva generación de votantes crecidos bajo los fastos nacionalistas del partido de Pujol que no ven en el partido conservador aliento a sus expectativas cotidianas, que no sólo independentistas. ERC, a pesar de sus carencias, juega bien la carta de las demandas sociales de jóvenes, inmigrantes y de las clases medias desfavorecidas por el desempleo al alza y la pérdida de capacidad adquisitiva. Sólo desde este nuevo escenario se entiende la salida de tono de un diputado independentista retando a CIU con el uso y abuso de la autodeterminación. CIU siempre entendió a ERC como aliado natural, pero ahora ha de admitirlo como adversario y para desprestigiarles les acusa a diario de haberse vendido a los españoles al apostar por Montilla. Hay que contemplar ese espectro de autodeterminación, que quedó en la nada en el parlamento catalán, como la escenificación de la división y distancia entre estos dos partidos y que sirvió de puesta a punto para las próximas elecciones municipales, lo mismo que el eructo del diputado de ERC, Vendrell, pero también como respuesta a cien días de provocaciones de Mas de quien el señor Durán, de Unió, se aparta a pasos gigantescos. Artur Mas ha caído en la trampa que él mismo puso para sus adversarios.