TRIBUNA
Picos de Europa: la naturaleza culta
EL PROYECTO de ley de la Red de Parques Nacionales, aprobado por el Congreso de los Diputados el pasado día 14 de marzo, reabre la discusión, nunca cerrada del todo, sobre este modelo de conservación de la naturaleza inventado en los Estados Unidos a mediados del siglo XIX. En España se estrenó en el año 1918, precisamente para declarar el de la Montaña de Covadonga, hoy Picos de Europa. Aquella idea de conservación se inspiraba en el mito romántico de la naturaleza virgen y alentaba en el llamado pesimismo cultural, frondoso árbol ideológico con la raíz en Rousseau («todo degenera en manos de los hombres», había sentenciado el autor suizo) y ramas tan largas que alcanzan el siglo XXI, con la siniestra deep ecology, el culto new age a Gaia y el profundo desprecio de muchos ecologistas por las necesidades, ilusiones y trabajos de las personas. Suele considerarse a Pedro Pidal, marqués de Villaviciosa (1869-1941), creador del Parque de Covadonga, pero la verdad es que no habría llegado muy lejos en su proyecto sin los naturalistas de la menos reconocida Real Sociedad Española de Historia Natural. Uno de ellos fue Eduardo Hernández Pacheco (1872-1965), geólogo, miembro de la primera Junta Central de Parques Nacionales y luego Delegado Inspector de Sitios y Monumentos Naturales de Interés Nacional. Pidal y Pacheco, colaboradores entusiastas en los primeros años, acabaron rompiendo no sólo por sus diferencias políticas, que eran muchas, sino porque entendían de forma muy distinta qué era «conservar la naturaleza». El marqués, seguidor del modelo norteamericano, defendía la idea romántica. El parque nacional debía ser un «Santuario para la Naturaleza» (las mayúsculas son suyas): «Decidirse a no cortar en él los Árboles, a no cazar en él los Animales y a no estropear en él el paisaje; decidirse a respetar, a más de los Árboles y los Animales, las rocas, las cascadas y los lagos¿ ¿Es que el sacrificio de no cortar áboles, no cazar animales y no estropear el paisaje en un sitio o paraje determinado, si esto pudiera llamarse sacrificio, no va a hallarse compensado por la declaración de ese sitio de Parque Nacional? ¡Pues allá los interesados que lo estudien, lo pesen y lo midan todo! Si la localidad no quiere Parque Nacional¿ como hay otras localidades y otros dueños que lo están pidiendo a voces, pues éstos serán los que se lo lleven. El título de Querubín será para otros». (Lo que es un Parque Nacional y el Parque Nacional de Covadonga, Madrid, 1917). Hernández Pacheco era más práctico y realista. En 1930 escribió: «Los antiguos derechos de algunos pueblos a los aprovechamientos de pastos y del bosque de los parques impedían conservar aquellos parajes en condiciones de pleno dominio de la naturaleza en que están los parques nacionales de los Estados Unidos; impedimento difícil de salvar en pueblos europeos de larga tradición histórica». Así es, porque la «naturaleza salvaje» no existe en España ni en Europa, donde lo acertado es hablar de agro- ecosistemas o, simplemente, de campo. La biodiversidad es el fruto del admirable equilibrio entre naturaleza y cultura que los habitantes de los pueblos supieron lograr y mantener en su indivisible relación con el entorno. El paisaje y la riqueza biológica de los Picos de Europa son el legado de la milenaria cultura de los pastores. «Lo han hecho tan bien -afirman Jaime Izquierdo y Gonzalo Barrena-, que su trabajo se ha difuminado en el paisaje, como si fuera invisible. Por eso ni los conservacionistas aristócratas, ni los franquistas, ni los funcionarios, ni los políticos de la democracia ni los gestores actuales han reparado todavía en la evidencia de que los pastores constituyeron la piedra angular de todo el edificio y son la clave fundamental para la conservación del paisaje». (Marqueses, funcionarios, políticos y pastores, Ediciones Nobel, Oviedo 2006, http://www.edicionesnobel.com, p. 276). Una interpretación que quiera ver en los parques nacionales, o en cualquier otro espacio protegido, áreas reservadas para la contemplación de una minoría «exquisita», con los pueblos vacíos, sin paisanos, sin vida económica, mendigando - los que queden - las siempre lentas y complicadas ayudas públicas, es insostenible a la vista de la legislación actual. La exposición de motivos del Proyecto de Ley de la Red de Parques Nacionales no deja lugar a dudas: «Los territorios que merecen la consideración de Parques Nacionales son un producto social en el sentido de que son el resultado de la interacción histórica de la sociedad con el territorio, con formas e intensidades que sufren una continua trasformación y que, en los tiempos actuales, se han desequilibrado en contra del mantenimiento del patrimonio natural más valorable. En todo caso, la deuda con las generaciones precedentes recomienda que en la aplicación de la eliminación de actividades que pongan en peligro los objetivos de la Red, se de preferencia a los acuerdos voluntarios para la adquisición de los derechos afectados¿» La ley básica en la materia, la estatal 4/89 de Conservación de los Espacios Naturales, pretende «el mantenimiento de los procesos ecológicos esenciales y de los sistemas vitales básicos», «la preservación de la diversidad genética», «la utilización ordenada de los recursos, garantizando el aprovechamiento sostenido de las especies y de los ecosistemas, su restauración y mejora» y «la preservación de la variedad, singularidad y belleza de los ecosistemas naturales y del paisaje». Por su actualidad, merece la pena recordar una carta al director publicada por el Diario de León el 31 de octubre de 1997, firmada por Pedro Llorente Martínez y Tomás Burón Álvarez: «Las medidas de conservación deben ser lo más parecidas posible a las que practicaron nuestros antepasados, porque a ellas los siglos les han dado validez (¿) A poco que investiguemos, descubriremos enseguida que los humanos de Picos de Europa basaron su economía en los aprovechamientos forestales, en los ganaderos y en la caza. Sin saber que se llamaba así, practicaron con éxito verdaderos programas sostenibles. (¿) están comprobando que lo que se les dijo cuando se estaba promocionando el espacio coincide con sus quehaceres tradicionales diarios y que éstos tienen la misma posibilidad de ser realizados, que la que tuvieron sus antepasados. Desde muy diversas instancias se habla, se escribe y se pontifica sin conocer la historia y la realidad de Picos de Europa y en otros casos conociéndola, pero sin tener en cuenta los derechos y necesidades de quienes viven allí. Quizá el ecologista puro que así actúa persigue el despoblamiento de la zona, pero hay unos cuantos, y desde luego quienes allí habitan, que consideramos como la peor agresión a esta comarca someterla al despoblamiento, y más si se hace sorpresivamente y sin avisar a sus habitantes. En ese proceso que nadie cuente con la Junta de Castilla y León».