Diario de León
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«HOY TOCA». Toca hablar del PP. El gran partido nacional, nacionalista español a tenor del manejo exhaustivo de la bandera española y el himno nacional en las manifestaciones a las que acude u organiza, que se está empleando a fondo en hacernos ver lo blanco más negro que el carbón leonés sin porvenir. Desde el inicio de su papel como oposición, en el cuatrienio político en ejercicio, hemos podido comprobar que se marcaron un plan: desestabilizar al gobierno que preside nuestro paisano Rodríguez Zapatero, ofuscándole con cínicas aseveraciones y desquiciantes interpretaciones de todos y cada uno de los temas nacionales. Un panorama desestabilizador del que esperaban obtener resultados políticos, incluso a corto plazo, tal como pudimos deducir de las palabras de Esperanza Aguirre: Hay que estar preparados, Zapatero (el Bambi, que llamaron), tal como se muestra no nos va a resistir más allá de tres asaltos (meses), más o menos. Craso error, Zapatero siempre ha confundido a propios y a extraños. No voy a entrar a analizar la indigestión de la pérdida del poder del PP, no es necesario en este apunte de opinión que enlazará con lo autonómico que nos confunde. Pero si intentaré dejar señalada una muestra del aludido cinismo que están empleando. Para ello es necesario recordar la tarde del 7 de marzo en el senado, cuando compareció D. José Luis, para dar explicaciones sobre el terrorismo de ETA y el asunto de de Juana Chaos. Y cómo fue hostigado por vociferantes, algunos, insultantes los men os, y rumorosos compulsivos los más, senadores del PP que trataban de llevar al hemiciclo de los «padres de la patria», a ser la torre de Babel que confundiera a Zapatero. Interrumpir para desquiciar parecía el lema subyacente. Pues bien, al día siguiente Mariano Rajoy, en declaraciones mediáticas para el «cegato y sordo» pueblo español, a tenor de lo antedicho, no se le ocurrió otra cosa más absurda que afirmar que Zapatero se había portado como un «júligan». Todo un ejercicio de puro cinismo de volver la tortilla, de estar hablando para un pueblo tocado por la estulticia, o la mezcla de ambas cosas. Otro apunte, y así enlazo con nuestra preocupación directa, el mismo líder del PP que en la manifestación del 9 de marzo, mesiánicamente, dijo a los que le escuchaban complacidos: «¡Volved a casa y decid lo que habéis visto!¿» cual buena nueva evangélica, en Pamplona, enarbolando la bandera de España, intentó monopolizar el sentimiento navarro o de los navarros, como si estuviera en peligro la foral autonomía, cuando sólo en los navarros reside constitucionalmente la decisión de ser. A los leoneses, en el ente que nos engloba, se nos mantiene secuestrado el sentimiento de ser leoneses, en tanto nos intentan adjudicar políticamente el nuevo e imposible: castellanoleonés. Que lo queramos o no, no importa, se nos impone y ya está. En el año 1985, miembros de ésa misma derecha, forrada de hipocresía, ahora «salvadora de los navarros, y a todos los españoles de la incompetencia del PSOE», sobre la que sobrevuela el señor Aznar, nos dejó a los leoneses un falso regalo. Aquí, en el ámbito de los territorios autonómicos, en su Congreso de ése año, Aznar, presidente a la sazón del PP autonómico, manifestó con rotundidad que asumía plenamente el leonesismo, que el mapa autonómico estaba abierto y procedía hacer una consulta popular sobre la cuestión autonómica leonesa. Eran momentos en los que Morano presionaba y amenazaba con el voto leonesista. Nos sirvieron fría una falsa intencionalidad, y con ella estamos conviviendo. Acabo de citar dos personajes que, en su devenir político, han interferido en lo leonés. Aznar allá donde prometer y no dar es tarea fácil, entre lo suyos; toda vez que el pueblo no cuenta. ¡Aún estamos esperando los leoneses la consulta popular! Morano, hoy en menesteres poco menos que anodinos en el parlamento de la nación, aquí, en León, supo manejar «su» bandera, «su» himno, aunque en ambos casos lo fueran de León. Veamos. El 31.10.1984, hizo portar, desplegada y horizontal, y de la mano de ocho de sus concejales, la bandera leonesa para un supuesto desagravio ante la cuartelada autonómica, que ya tenía mástiles en la capital. ¡Toda una falsedad gestual! Y cómo no recordarle, rompiendo el protocolo ante el Rey, con engañoso ensoberbecimiento, al hacer interpretar a la Banda Municipal el Himno a León, como recibimiento. Después, con bandera y sin bandera, por cierto de la que se le llenó la boca diciendo a los leoneses: simboliza nuestra inmortalidad como pueblo¿, abandonó aquello en lo que nunca había creído, la defensa de lo leonés desde el leonesismo. Él mismo diría, con énfasis insultante, «yo nunca fui leonesista». Lo que demuestra que, antes, en o después, en su ejecutoria política en la capital leonesa presidía el cinismo. Nos quedan los del PP del ente, que tienen tela, y otros en la capital y en la provincia que no les van a la zaga, pero esto será para una próxima ocasión.

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