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León

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Uno ofrece palometa, el otro longaniza Los aspirantes al bastón y al sillón consistoriales comienzan con la cantinela acostumbrada: Vota mi programa, terminaré lo comenzado. ¿Será Pedro mejor que Roque? ¿Y si me inclino hacia el dicho de que vale más lo malo conocido que lo bueno¿? Esta es la duda que esperan haber resuelto antes de entregar el sobre. Tiempos pasados. Uno ofrece palometa en tinos, media libra de pan y vino. El otro: longaniza -nada de chorizo sabadiego-, trozos de pan de hogaza bregada, vino, escabeche y «mataquintos». Algo bueno sabrán que hay detrás de la puerta del Consistorio para aventurarse a tan costosa merienda sufragada de sus bolsillos. España estaba pobre y hasta las riadas respetaban los pontones que costaban algo de dinero. Ni el alcalde o pedáneo cobraban una triste peseta plateada de los años 1900 o 1933. Puede que el alguacil cobrase algo. Pasan años y las cosas cambian. El interés por el bastón y lo que se supone levanta sencillas discordias por el afán de lograr el triunfo. No ofrecen palometa ni escabeche y sí cientos de miles de puestos de trabajo corporal o intelectual. Les parece que España navega sobre una autarquía viviendo de sus propios medios. Ahora todos coinciden en lo mismo: amar al pueblo aunque no se sea de él en que pueden ser alcaldes y trabajar por él. Se olvidan que los que los precedieron carecían de interés que viene a ser: «de donde no hay no se puede sacar». No reprimen el jolgorio ni el brindis con los mejores licores tras el triunfo. Le decía a un amigo que me daba pena los llegados a la política desde la inseguridad laboral a la que tenían luego que volver y me contestó: «El tiempo de volver a lo que no tenían, se terminó. La lucha la hacen para algo». Santiago Benavente y Valencia (San Andrés del Rabanedo). Alternancia sí, pero con dignidad En 1855 el pueblo del jefe indio Noah Sealth y otras tribus indias, se vieron obligadas por causas imperativas, a abandonar su territorio de 10.000 Km. Se instalaron en una generosa reserva, cedida por el Gobierno de los Estados Unidos de 30 kilómetros. En el año 2007, viendo que al pueblo de Vilecha no han podido exterminarlo después de años de hincharle de humos nocivos del Polígono Industrial y los olores nauseabundos de la depuradora de León y el almacenamiento de basuras de León. El Gobierno de España, se ve en la necesidad de encerrar a este grupo de supervivientes, por causas imperativas, en una reserva perfectamente vallada y delimitada que ahora, en democracia se llama zulo. El jefe indio se preguntaba: ¿Dónde está el bosque espeso? Desapareció. ¿Qué ha sido del águila? Desapareció. Nosotros nos preguntamos: ¿Dónde está el sapo pintojo? Desapareció ¿Qué ha sido del pueblo de Vilecha? Intentando sobrevivir. Francisco González Ludeña ( Vilecha) Amadora (León; debate en la edición digital).