Indios y perros

SANTA María, con sus casi 300.000 habitantes, está situada en el centro del estado del Río Grande do Sul, en Brasil. El periódico de la ciudad se llama Diario de Santa María y escribo con un ejemplar delante: el correspondiente a la edición de fin de semana de los días 18 y 19 de marzo. Me lo dio la directora del periódico, Andreia Fontana, hace unos días, en São Paulo. Quería saber qué me parecía la noticia de apertura, titulada con un somero «¿Por qué?». Unos días antes había llegado a la redacción la carta de una profesora sobrecogida por cierto espectáculo callejero: un caniche perdido había concitado la compasión y la ayuda de todos los transeúntes, mientras un indito que pedía limosna sólo ganaba indiferencia. Decidieron hacer una prueba. Después de tomar todas las precauciones y con los asesoramientos debidos, buscaron una actriz de 15 años, le pusieron un elegante perro salchicha en los brazos y la situaron en una de las aceras más concurridas de la ciudad, a diez pasos de una mujer india que pedía limosna con su hijo en el regazo. La actriz y el perro también pedían limosna con un vaso en la mano y un cartel en el que podía leerse: «E adotado este perro, alludeme a alimentarlo». La prueba duró apenas media hora: en ese tiempo, cincuenta y tres personas se interesaron por el futuro del perro, sólo dos por el del indio. El perro recibió tres reales y una oferta de empleo para su dueña. El indito, un helado. Me pregunté si yo me habría fijado en la mendiga y su hijo. La directora del periódico dice que la prueba no sirve para concluir nada, que la hicieron sólo para poner de manifiesto la invisibilidad de los más desafortunados. El reportaje recibió algunas protestas de colectivos que defienden a los animales. En el diario un niño preguntó si se pueden publicar esquelas de bichos.