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Publicado por
JAVIER TOMÉ
León

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YA CONOCEN el abracadabrante episodio que conjuga, de forma penosa, todos los trucos del repertorio trilero. Pretextando un ataque indiscriminado de termitas, las buenas monjitas de Grajal de Campos abandonaron su convento para mudarse a otro recinto sacro de Toledo, aunque aprovecharon la excursión para arramblar con tres imágenes que pertenecen por hecho y por derecho al pueblo, cuyos vecinos se quejan con amargura de haber sido tratados como paletillos sin cocer. Las tallas desaparecidas en tan sacro tocomocho no son precisamente baratijas, pues tanto el Cristo yacente como la Inmaculada y el San José, están incluidas en el inventario de Bienes Artísticos de la Diócesis de León, marchamo que acredita su valor estético y excelente estado de conservación. Aún hay más, pues según algunas versiones, las hermanitas han puesto el convento a la venta bajo cuerda, con la intención de construir un hotel en el solar. ¡Dios nos coja confesados! Las gentes de Grajal están que se suben por las paredes ante semejante granujada, y se han marchado hasta Toledo para reclamar, entre gritos y cánticos, la devolución de lo suyo, indignadas por el comportamiento de las que consideran unos puntos filipinos de cuidado. Y a todo esto, sigue sin pronunciarse públicamente la máxima autoridad de la oficialidad católica local. Se conoce que monseñor Julián López, obispo de León, ha estado demasiado ocupado redactando una carta cuaresmal en la que advierte sobre «la situación de grave deterioro de los valores morales en la España hoy». Yo creía que la misión de nuestro pastor era sacar a la luz de Dios las cosas realmente malas del mundo, referidas en este caso a la bellaquería de Grajal, pero se ve que estoy equivocado.