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Publicado por
FERNANDO ÓNEGA
León

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OTRA VEZ hemos amanecido enzarzados en lo absurdo: una entrevista con unos encapuchados que hablan en nombre del País Vasco, ponen condiciones, hacen una oferta y se permiten amenazar a un gobierno que ha tenido la generosidad de escucharles para llegar a nada. Desde que se publicó el domingo, no hubo nada más importante en este país, ni nada que desatara más declaraciones de las fuerzas políticas democráticas. Por cierto: casi todas ellas, cargadas de partidismo y de lecturas interesadas, en un uso poco noble de un mensaje cargado de muerte y de odio. Todos ustedes saben lo que han dicho: una mezcla de oferta y chantaje, sin avances hacia la paz. A este cronista casi le interesan más otros contenidos. Hay que leer íntegro ese panfleto camuflado de género periodístico para percibir la forma de pensar de esa gente. Ideológicamente, están en el siglo XIX: en plena sociedad del bienestar, acusan a la patronal de «condenar a muerte a los trabajadores». Socialmente son anteriores a la revolución industrial y consideran el AVE incompatible con su concepto de nación. Su entendimiento de las bombas se refleja en su examen del atentado de Barajas: «un mensaje al gobierno para que reflexione». Las actuaciones de la Policía y la Justicia son «ataques a Euskal Herría». Se entienden a sí mismos como representantes auténticos del pueblo vasco, y los demás -incluido el PNV-, una especie de traidores a su causa. Y así sucesivamente. Leído eso, hay dos detalles que resultan incomprensibles. Uno, cómo esa sarta de tropelías y antiguallas que ofenden al sentido común es capaz de ocupar la atención de toda la clase política española; cómo ha tenido fuerza para irrumpir en el Aberri Eguna y condicionar los discursos de los nacionalistas del PNV; cómo es cierto que una vez más dos forajidos encapuchados condicionan la llamada «agenda política», hasta el punto de que el secretario del Partido Popular convoca una rueda de prensa en la tarde del Domingo de Resurrección para responderles¿ Y el otro, cómo un pensamiento así, alejado de la actualidad, de la realidad y de los valores que hoy parece apreciar la sociedad, consigue aglutinar a tanta gente, seducir a jóvenes y llenar de contenido a una organización política que pretende acudir a las elecciones con ese paraguas ideológico. Un paraguas que al final se reduce a esto: «En las condiciones que vive nuestro pueblo, siguen vigentes las razones para utilizar la lucha armada». Eso es lo que piensan. Y hay gentes que viven en libertad, que tienen más oportunidades que en toda la historia de Euskadi, y los siguen. Y si van a las elecciones, los votan. ¿Y saben lo más terrible? Que todos los demás servimos de eco de su sinrazón.

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