Diario de León
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UNA CARACTERÍSTICA de mi generación, que a falta de un nombre mejor es la generación Google -los que nacimos en democracia y llegamos a la mayoría de edad con el advenimiento de Internet- es cierto optimismo paranoico, del que sabe que lo peor puede ocurrir pero que lo bueno está acechando a la vuelta de la esquina. Dudo mucho que el desapego, el interés, el ombliguismo sea parte de nuestra forma de pensar. Los que rozamos la treintena aún no hemos sufrido bastante como para que nos importe un pimiento todo lo que no seamos nosotros. Eso llega con el tiempo, supongo, aunque gracias a Dios no tengo ni la menor idea del hombre en el que me convertiré dentro de veinte años, cuando mis hijos vayan a la Universidad. Bastante tengo con averiguar quién soy ahora. Nos queda mucho para ser unos viejos escépticos y resentidos. Por eso los voluntariados y las oenegés están llenos de personas que desean ayudar, que creen que un pequeño gesto solo es pequeño si lo miras con ojos pequeños. Escándalos los ha habido siempre y no va a dejar de haberlos. Pero para una sociedad como ésta, que camina al borde mismo del abismo de la desesperanza, una noticia como la del Caso Anesvad/Intervida es especialmente crítica, pero sólo es un viento pasajero. Por eso yo invito a todos a que sigamos colaborando. De manera informada y crítica, eligiendo con sumo cuidado, pero por favor, no dejemos de colaborar con las ONGs. De lo contrario, esos 40 millones que -según se está investigando- no han ido donde deberían podrían convertirse en 200 millones que sí hubieran ido p ero que no irán porque habremos dejado de creer, de empujar, de mirar todo con ojos grandes. Porque entonces se volverá usted viejo, amargado y todo le importará un pimiento. Dará igual la edad que tenga. Y eso sería mucho peor, ¿no cree?

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