LA VELETA
Fractura popular
COMO RESULTABA francamente previsible, el juicio del 11-M está confrontando al PP con su propia responsabilidad, un concepto que en este caso tiene un doble sentido. La primera responsabilidad que se podría esgrimir y en su caso reclamar es la de carácter político derivada del hecho de que el Gobierno del PP no previniera los atentados del 11-M. La otra responsabilidad, también política, está relacionada con la gestión de los atentados. Los hechos son tozudos y la realidad es terca, y las deposiciones más importantes efectuadas en la vista del 11-M confirman el afán gubernamental de aquellos días clave por enfatizar la hipótesis de la autoría etarra aun cuando ésta se disipó enseguida. Sorprende en todo caso que el PP persista con pertinacia en el error. El triunviro dirigente de la principal oposición -Rajoy, Acebes, Zaplana- insiste no sólo en que no se produjo aquella tergiversación sino en que todavía no está clara la no participación de ETA en la masacre. Tan sólo una voz, potente pero secundaria, del partido, la de Alberto Ruiz-Gallarón, ha descartado la participación de ETA, ha dado por incontestable la instrucción del sumario y ha apostado porque la sentencia del tribunal dará carpetazo a la investigación. Gallardón ha dicho lo que pensamos casi todos. Pues bien: estas manifestaciones de Gallardón han sido calificadas de tiro en el pie al PP y respondidas en términos insultantes por los medios de comunicación que han sostenido y siguen sosteniendo la teoría de la conspiración, ante la mirada entre resignada y cómplice de Rajoy. La posición de Gallardón es tan valiente como incómoda ya que, tras presentar fundadas querellas criminales contra alguno de los medios que lo han agredido, se expone a nuevas criticas cada vez que marcha contra corriente o su actitud es elogiada por el resto del complejo mediático... En cualquier caso, no parece aventurado asegurar que la postura templada, sensata, ''centrista> de Gallardón es compartida por un sector relevante de la potencial clientela del PP, que puede adelgazar peligrosamente si sólo refleja los aspavientos y los alaridos de su ala más extrema. Los sociólogos políticos afirman que las elecciones generales se ganan o se pierden en España gracias a la mayor o menor participación y al sentido del voto del núcleo central del electorado. De ahí que si Rajoy no recupera al electorado centrista, que es el que -para simplificar y para entendernos- representa Gallardón, y si no se reconcilia con el sector mediático intelectualmente respetable de su arco ideológico, puede ya perder toda esperanza de ganar la Moncloa en 2008. Y si no gana entonces, ya puede prepararse para apearse del liderazgo del partido entre improperios de quienes ahora le presionan y que tras la derrota correrían a afearle su debilidad. 1397124194