EL RINCÓN
Una buena excusa
SABER DISCULPARSE pertenece sin duda, aunque no esté reconocido entre las otras, al reino de las bellas artes. Una buena excusa debe ser verosímil y sorprendente. Si no produce en el interlocutor una mezcla de piedad y asombro no resulta válida y por lo general no se acepta, ni siquiera a regañadientes. En La Codorniz se propuso una fórmula estupenda: si nos llama por teléfono alguien con el que no deseemos de manera ávida hablar no debemos encargarle a nadie que le diga que no estamos en casa porque hemos sacado al perro para que mee. No se lo cree nadie. Sobre todo los que saben que la persona a la que llaman no tiene perro. Tampoco hay que decir que el solicitado está en la ducha, ya que también se puede saber que se ducha muy de mañana en mañana. Lo que hay que decir es que «al señor se le ha roto un jarrón, acaba de pegar sus piezas y está apretándolas con las dos manos». La Coordinadora de ONG para el Desarrollo ha salido al paso de las acusaciones sobre el mal uso de los donativos y hay que reconocer que ha innovado el género de las excusas. Lamenta los casos de corrupción, pero los considera «excepcionales». Ha hablado de que en el 88% de los casos se cumplen los requisitos de transparencia, en vez de referirse al 12 por ciento en el que no se cumplen. También ha hecho una aportación muy interesante el teniente de la Guardia Civil de Roquetas, acusado de un delito de torturas y homicidio imprudente. «Nadie me dijo cómo debía actuar». O sea, que ignoraba qué trato habría que dispensarle al detenido, si le obsequiaba con un helado de vainilla o lo inflaba a palos. En la razonable duda, optó por el segundo protocolo. En toda disculpa está implícito el reconocimiento de un fallo, pero veremos a ver cuál es el fallo de los tribunales.