Diario de León
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ANTONIO PAPELL
León

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LO MÁS CIERTO del caso Conthe es que la crisis que se abierto en la presidencia de la Comisión Nacional del Mercado de Valores está afectando muy negativamente al prestigio de los mercados financieros españoles, ya que les imprime una apariencia rudimentaria e intervencionista. Pero no deberíamos engañarnos ni incurrir en exageraciones: el daño es sólo aparente ya que ese prestigio era perfectamente descriptible, casi inexistente. España, como Italia, ha dado ya suficientes pruebas de patriotismo económico como para que los agentes económicos internacionales tengan muy claro que deberán contar con la injerencia gubernamental de los jóvenes nacionalistas, del PP o del PSOE según la coyuntura, que tengan en ese momento la capacidad de decisión. La CNMV es un organismo regulador, y por tanto arbitral, cuyos miembros son designados por el Gobierno. Es claro que semejante sistema de provisión de cargos es poco compatible con la independencia de quienes han sido objeto del nombramiento, por más que, según la normativa vigente, el presidente de la CNMV sólo pueda ser destituido en casos tasados. Lo ocurrido en España es bien patente, y conviene decirlo sin demasiadas contemplaciones: la opa de E.On sobre Endesa, que arruinó las posibilidades de que Gas Natural se hiciera con la primera eléctrica española, no estaba bien vista por el Gobierno español ni por sectores amplios del establishment , por lo que se dispuso una estrategia obstruccionista basada en la convergencia de una boyante empresa española, Acciona, y una eléctrica de confianza, Enel, que, por ser pública en Italia, obedecería las recomendaciones políticas de su Gobierno, amigo del nuestro. Ambas compañías adquirieron participaciones de Endesa inferiores al 25% del capital, por lo que no tuvieron que lanzar una opa. Sin embargo, al aliarse entre sí, era manifiesto el fraude de ley: consiguieron una participación de control sin contar con los minoritarios, es decir, sin someterse a la legislación española, que obliga a presentar en estos casos la correspondiente oferta pública sobre la totalidad del capital. Conthe no estuvo dispuesto a mirar hacia otro lado, y pretendió sancionar a Enel y Acciona, con lo que hubiera arruinado la operación. A ello se opusieron su segundo, el vicepresidente Arenillas, esposo de la ministra de Educación y fiel colaborador de Miguel Sebastián, y otros tres consejeros designados por Solbes. Conthe no pudo, en fin, imponer su criterio, probablemente ajustado en efecto a la legislación vigente, por la sencilla razón de que había sido puenteado por una operación política. Ello explica su irritación puritana y su afán de acudir cuanto antes a la Comisión de Economía del Congreso, a explicar su postura y a reclamar la dimisión de Arenillas. La postura de Conthe es respetable, pero también políticamente reprobable por una razón: Conthe ha pertenecido al equipo de Solbes desde la etapa final de los gobiernos de Felipe González, y ha ocupado numerosos cargos económicos de alta responsabilidad, por lo que no es ni un advenedizo ni un ingenuo. En consecuencia, ese puritanismo escrupuloso resulta cuando menos extemporáneo. Si no quería someterse al pragmatismo que los responsables de la política económica de cualquier país tienen que desarrollar en defensa del interés de Estado, tuvo ocasión de quedarse en la empresa privada, en la que también hizo carrera. En cualquier caso, es pueril que haga cuestión de su comparecencia parlamentaria, donde no nos contará mucho más que lo que ya sabemos y ha quedado aquí escrito. Y, por supuesto, siempre le queda la posibilidad de explayarse en rueda de prensa, que es uno de los medios que utilizan habitualmente los políticos para comunicarse con la sociedad. Por esta vía periodística, no desgastaría más al Gobierno al que sirvió y a cuyo sino está ya inexorablemente unido.

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