Diario de León
Publicado por
PACO SÁNCHEZ
León

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ME PUSE a leer a Peter Drucker sin muchas ganas, casi sólo por lealtad a quien me había regalado el libro. Había oído muchas cosas sobre Drucker y no me apetecía, quizá porque le presentan siempre como un gurú de la gestión, y tengo una prevención irracional contra los gurús y contra las teorías, especialmente si se refieren a la gestión de empresas. Pero me senté al sol y me puse a leer. Comprendí enseguida que estaba lleno de prejuicios contra el pobre Drucker, porque a él, como a mí, le interesan mucho más las personas que las teorías. Lo que pasa es que, también como yo, no puede dejar de hacer teorías. El libro es una especie de autobiografía que se ahorra con habilidad los trabajos de conciencia a que obligan las memorias mediante un recurso artero: cuenta su vida contándonos las de otros, las de aquellas personas que han sido importantes en su trayectoria. Está lleno de anécdotas vivísimas que, en ocasiones, glosa con comentarios sintéticos como este: «Perder el respeto por el individuo, su credo, sus convicciones y sus sentimientos es el primer paso del camino que lleva a la cámara de gas». Lo anoté para transcribirlo aquí hoy, justo en este tiempo en que abundan las faltas de respeto: a los padres, a los hijos, a los abuelos, a los profesores, a los peatones, a otros conductores, a los de otro partido o a los de otras ideas y, sobre todo, a la inteligencia. Supongo que la cortesía -otro término en desuso - fue inventada para paliar nuestra tendencia refleja al irrespeto. Pero el respeto va más allá de la cortesía, se acerca al miramiento -mirar al otro, considerándolo, hermosa palabra- y es mucho más que la mera tolerancia. Deberíamos andarnos con más miramientos, especialmente ahora que ya se acerca, inexorable, una nueva campaña electoral.

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