Campaña sin pasado

EL PP RENUNCIA a la crispación, y el Gobierno-PSOE a la desaparición, y eso indica que la campaña electoral del 27-M ya ha empezado, con el habitual adelanto sobre el horario previsto. Los dos partidos mayoritarios se desprenden aceleradamente de las actitudes menos celebradas por sus respectivas parroquias, y así los populares cumplen la consigna de no dramatizar políticamente ni el binomio de Newton, y los socialistas, despertados a toque de corneta, se apresuran a hacerse presentes allí donde los sabuesos de Ferraz venteen la proximidad de un elector. El primero en manifestarse ostensiblemente ha sido Zapatero, quien ayer fue al recinto de la Bolsa para elogiar la política económica de Solbes y verse protocolariamente recibido por un nuevo estirón del Ibex, todo un detalle. La única novedad en estas elecciones es que la corrupción también afecta al PP, dada la onda expansiva de la deshonestidad aflorada en el área urbanística municipal, comarcal, provincial, regional y autonómica. Y no es que el PP fuese inocente hasta ahora, que ningún partido lo ha sido, sino que las pruebas en su contra o fueron neutralizadas por los jueces (grabación de conversaciones telefónicas sin previa autorización judicial o indebidamente custodiadas en juzgados o comisarías) o no hubo manera de arrancar ni una prueba a la evidencia, como en el caso de los dos tránsfugas que, en la anterior legislatura de la Comunidad de Madrid, dieron la presidencia a Esperanza Aguirre). Es bueno que en el plano de la moral, ya no haya ningún partido que le pueda echar nada en cara a otro, aunque sería mucho mejor que ninguno de ellos tuviera nada que se le pudiera echar en cara. Afortunadamente, la realidad desmorona los apuntamientos del Apocalipsis nacional, y otras estrategias agobiantes, como los atentados del 11-M fruto de una conspiración, desnudan ya a sus fabuladores. Pero de la crispación no es inocente el Gobierno, aunque sea menos culpable que la oposición popular, pues entre sus avanzados logros legislativos hay algunos que a un alto porcentaje, aunque no mayoritario, de la sociedad española habían necesariamente de disgustar embravecer, y así ha sido, por la inspiración y el adoctrinamiento laicista, además, con los que el presidente Zapatero venía actuando, hasta el punto de que los obispos si sintieron impulsados a manifestar su protesta en la calle, codo a codo con el Partido Popular. Todo lo cual es el pasado, del que PSOE y el PP, y tal vez algunos obispos, desearían distanciarse ahora para que en las elecciones del 27-M no influyan más que asuntos municipales y autonómicos, y no agoreras profecías antigubernamentales ni, por parte socialista, la estrategia de ahondar en lo menos favorable que el actual PP ha recibido en herencia del Gobierno anterior, y que tan en candelero se ve estos días.