El desgarro de las víctimas

CREO que a la fiscal Olga Sánchez se le saltaban las lágrimas. En la sala se hizo un silencio estremecedor. Algunos esperaban que el presidente del tribunal ordenara silencio. Pero el magistrado Gómez Bermúdez no lo hizo. Quizá no tuvo valor para decir a los familiares de las víctimas que no era procedente su alegato. Y les dejó hablar, en una serie de testimonios que rompían el alma: los padres que buscaban a sus hijos en el amasijo de hierros retorcidos; la busca terrible por los hospitales; el hallazgo de los cadáveres¿ Hay que haberlo sufrido para poder expresarlo con la fuerza que lo hicieron ayer. Les hablo de la sesión del juicio del 11-M y de las primeras declaraciones de familiares de víctimas. Hasta ahora habíamos escuchado, en esta fase testifical del juicio, a los protagonistas: acusados y testigos. Pero no habían sonado las voces de quienes todavía llevan luto, y quizá lo llevarán siempre, por quienes perdieron la vida en aquel día de la infamia. ¿Qué comentario podemos hacer ante ese desgarro, ese amor paternal, esas familias truncadas para siempre? Lo primero, respetarles. Frente a algunas críticas que quizá hoy leamos y escuchemos, este cronista cree que el magistrado presidente hizo bien en dejarles hablar. Ya que han sufrido tanto, por lo menos que tengan derecho a decir lo que piensan. Esta comprensión hacia los familiares y el magistrado no puede impedir, sin embargo, otras reflexiones. Pido disculpas si resultan excesivamente frías o técnicas cuando a todos nos embarga la emoción. Pero es la primera vez, en cuarenta años de sufrimiento terrorista, que alguien culpa de un atentado directamente a un gobierno. Y ayer lo hicieron tres de los cinco testimonios que se escucharon. Y lo hicieron con toda dureza y fijándose expresa y personalmente en el señor Aznar, la foto de las Azores y la implicación en la guerra de Irak. Pidieron responsabilidades políticas, casualmente en la línea del último comunicado del Partido Socialista que aquí hemos comentado. Y lo hizo de forma singular don Eugenio Paz, marido de la luchadora Pilar Manjón. No quiero imaginar ninguna línea de contacto o dependencia entre el PSOE y su asociación de víctimas, pero la coincidencia ha existido. Entiendo el dolor. Humanamente lo entiendo. Comprendo la indignación. Quizá yo sería el primero en hacer lo mismo, si una tragedia así me hubiera afectado. Pero propongo para debate pensar si era el foro adecuado. Y añado: si hay alguna acusación que hacer con eficacia, hágase por los cauces reglados. De lo contrario, se corre el riesgo de que alguien lo tome como un desahogo. O algo peor: que sea entendido como una acción contra el señor Aznar. Las víctimas no lo merecen.