VALOR Y PRECIO
Vivienda: vindicación y límite
LA CRECIENTE mineralización que en el territorio español va imponiendo la mancha constructiva ha desatado la alarma en la opinión pública, sobre todo ante las noticias sobre irregularidades que con demasiada frecuencia la acompañan. Debido a la desmesura de todo ese proceso -850.000 viviendas iniciadas en 2006-, a veces se olvida que en España sigue habiendo importantes razones para ampliar el parque residencial, en cantidades y proporciones en todo caso más modestas. Y por cierto, también para mejorar su calidad, pues es de lamentar que el reconocido esplendor actual de la arquitectura española tenga un débil reflejo sobre la calidad de los espacios residenciales construidos. El primer y más evidente motivo para vindicar el aumento de viviendas es el difícil acceso que a ese bien tienen, en razón de su precio, muchos individuos y familias, sobre todo jóvenes. Sin embargo, el argumento que parecería más contundente, de «auméntese la oferta de pisos para que disminuya su precio» debe ser puesto en cuarentena en función de la experiencia de los últimos años, en los que ambas variables, oferta y precios, han caminado de la mano: es obvio que algo perverso ocurre en estos mercados, asociable a la condición de la vivienda como bien de inversión, en no pocas ocasiones meramente especulativa. Para romper esa anomalía sería capital que la proporción de viviendas protegidas, que apenas han superado el 10 % de las construidas desde 2001, aumentase significativamente. Con la presión de la demanda tienen que ver dos fenómenos sociales de amplio alcance: el cambio que se viene produciendo en la estructura de las familias, con un creciente número de personas que viven solas, y la importante inmigración. En relación con esta última, cabe destacar como nota positiva que, a diferencia del pasado, la expansión constructiva ha permitido absorberla aceptablemente, sin apenas problemas de chabolismo. ¿Cuál es la cifra máxima deseable de viviendas?. Aceptando que la demanda va a seguir pujante -¿debiera fijarse un límite cuantitativo para un crecimiento tolerable, sostenible, del parque residencial?. Algunos urbanistas hablan de tasas que nunca debieran superar las 10 viviendas nuevas anuales por mil habitantes (en un extremo casi inverosímil, el 15 por mil), para horizontes temporales razonables de, digamos, 12 años. Échense las cuentas para cada ciudad, para cada territorio, contrástese con las previsiones de cada plan de urbanismo: puesto que, después de todo, hablamos de impactos irreversibles sobre el territorio, lo que traspase esos límites no será sino simple barbarie.