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Publicado por
INOCENCIO F. ARIAS
León

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MANDOS de la OTAN destacados en Afganistán comienzan a comentar lo que la prensa estadounidense viene denunciando hace tiempo: los talibanes han resucitado peligrosamente en el sur del país, en buena medida por la pasividad mostrada por Pakistán en sus provincias fronterizas a la zona en cuestión. Los taliban es se moverían en ellas con total impunidad, buscarían refugio cuando son acosados, etcétera. El nuevo director de la inteligencia nacional estadounidense, Michael M. Connell, afirma incluso que Bin Laden se encuentra escondido en la región. Estados Unidos parece por ello haber enviado, con la visita del vicepresidente Cheney, un serio aviso al presidente paquistaní Musharraf. Hay miembros del Partido Demócrata que piden ya ligar la importante ayuda que se proporciona a Pakistán a su conducta en la lucha contra los talibanes. Musharraf está en una peliaguda situación. Paria para Estados Unidos cuando llegó al poder con un golpe de Estado en 1999, los atentados del 11 de septiembre lo convirtieron en un aliado de Washington necesitado de su asistencia para expulsar a los talibanes de Afganistán. Recibe importante ayuda americana. Se presenta a elecciones a los pocos meses sin una auténtica base política y con una opinión pública poco simpatizante de los americanos. Al mismo tiempo es consciente de la influencia de la fuerza de los extremistas islámicos en capas de su población, especialmente en la franja fronteriza donde realizan una campaña de salvaje intimidación con violación patente de los derechos humanos. Los fundamentalistas, con relativa impunidad, amenazan a los conductores que usan la radio en la provincia de Waziristán y otras, a los propietarios de cines, a los peluqueros que cortan las barbas e incluso, su bestia negra, a las directoras de las escuelas para niñas que querrían cerrar. La campaña de vacunación contra la polio, que ha costado la vida a la ministra de Sanidad del Punyab, es etiquetada por los fanáticos como intento de esterilizar a las paquistaníes. Todo un esbozo de lo que eran los talibanes. Los que acusan a las autoridades paquistaníes de ambigüedad señalan que, como ocurre en otros países islámicos, Musharraf cierra los ojos en el tema clave de la enseñanza: hay que controlar más eficientemente las escuelas islámicas. La política de dar una de cal y otra de arena ha generado algunos resultados para Occidente. Los paquistaníes han proporcionado pistas sólidas que han evitado serios atentados en Londres y detienen esporádicamente a algún elemento peligroso . Sus detractores alegan que sólo lo hacen cuando reciben una visita importante como coartada para tapar su pasotismo en la lucha contra el fundamentalismo. Para Estados Unidos y Occidente, el tema es serio. Ochenta y cinco soldados de la Otan han perecido en el sur de Afganistán en los últimos meses; los expertos dicen que los talibanes ganan allí terreno, con lo que esto implica, y se recrudecen las recriminaciones: unas hacia Pakistán por su tibia colaboración y otras entre los aliad os. Los países europeos con tropas en el sur, que hacen el gasto en vidas humanas, se quejan de que otros aliados, entre ellos España, van de gorra manteniendo sus efectivos en zonas tranquilas.

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