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Publicado por
FERNANDO ÓNEGA
León

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YA TENEMOS otra vez a Baltasar Garzón en danza. No hay nada en torno a su persona que no resulte grandioso o escandaloso. Parece que no hay términos medios. Se hace grandioso, casi un héroe nacional, cuando se pone la toga, coge el bisturí y destripa el entramado político y financiero del terrorismo. Se convierte en piedra de escándalo cuando comete un fallo como el que ahora ha cometido en relación con las herriko tabernas. El nivel crítico ha llegado a tal nivel, que ayer mismo le reprochaban en una tertulia que se pusiera un chándal para jugar un partido de fútbol. ¿Alguien ha visto a un juez así?, se preguntaba un tertuliano para resaltar el afán de notoriedad del magistrado. ¿Qué ha ocurrido aquí? Que Garzón estaba en Nueva York cuando hubo que hacer la primera anotación de embargo de las tabernas en el registro, y ni él ni su sustituto efectuaron ese trámite. Después regresó a España y, por lo que sea, tampoco lo hizo. Sólo hace una semana, el pasado viernes, día 13, Garzón ratificó el embargo. Fue un error. Si quieren, un lamentable error. Pero se ha exagerado su repercusión legal. Ni el embargo estuvo en peligro, ni nadie hizo uso de la propiedad de las tabernas. Y además, aunque sea una anotación pintoresca, ¿cómo pueden volver a ser propiedad de Batasuna, si Batasuna no tiene existencia legal? La responsabilidad de Garzón será dirimida por la Audiencia Nacional y el Consejo del Poder Judicial. Pero en esta historia hay aspectos que resultan sospechosos y que también requieren alguna luz. Por ejemplo: ¿por qué la sala del 61 del Tribunal Supremo se reunió para analizar el error cuatro días después de que Garzón renovó las anotaciones ante el Registro? ¿Por qué esa misma sala filtra la noticia de su deliberación a sólo tres periódicos, casualmente los más críticos con el juez? ¿Por qué, si observaron ese fallo, no se lo comunican personalmente a Garzón, y prefieren filtrarlo a los medios informativos? Estas preguntas, para las que no tengo respuesta, indican que existe alguna intencionalidad en este episodio. Carlos Herrera le preguntó a Ignacio Astarloa (PP) si piensa que hay voluntad de cazar al magistrado, y Astarloa lo negó tajante. Yo creo lo contrario. Creo que, tal como se produjeron las informaciones, Garzón merece al menos una bronca; pero se ha visto demasiado una guerra entre jueces. Los filtradores del Supremo han funcionado como quien ha cazado una pieza y la lleva a la galería de los diarios. Y es que a Garzón se le quiere mucho y se le odia otro tanto. Hay muchas togas que le tienen ganas por su estrellato, por su protagonismo o, jurídicamente, por su forma de hacer las instrucciones. Y algunos, con razón o sin ella, van a por él.