HISTORIAS DEL REINO
Vivimos en el limbo
QUÉ DIFÍCIL resumir en un párrafo todo lo que a los alumnos del Instituto de Bachillerato de La Bañeza nos enseñó Vicente de la Varga, catedrático de lengua española, tristemente desaparecido esta semana. A muchos, ahora docentes, nos queda en el estómago el regusto amargo de un tiempo que se evaporó con él, en el que se premiaba la calidad, en el que se buscaba la excelencia. Perdido este referente nos restan las quejas amargas de muchos amigos y compañeros, profesores también de Bachillerato, a los que han sustraído la capacidad de ser respetados por su oficio, de no sufrir amenazas de unos niñatos a los que la vida, sin duda, acabará por destrozar a zarpazos de sangre. Chicos arrojados a las inmisericordes aguas de la ignorancia por culpa de un sistema educativo que ensalza al vago y castiga al alumno brillante con la excusa non petita del igualar por la base, aunque sea de arenas movedizas y degluta al tiempo a las potenciales promesas de esta sociedad nuestra y a los macarras clónicos de videojuego o serie cutre norteamericana. Las cifras arden en las manos, los casos sangran. Es la hora del recreo. Peleas, extorsión, maltrato, ambiente hostil mezcla a chavales con maneras de gallito y a buenos rapaces ante la mirada de docentes mal pagados, peor valorados por una sociedad para la que el maestro, lejos de convertirse en acicate y modelo, se transforma en incordio puñetero. La profesión se ha transformado en una más de las de riesgo, ¡manda narices el asunto! La conflictividad en las aulas, el cuestionamiento permanente de la autoridad del docente, la soledad invisible de los chicos, el acoso al indefenso, al que destaca, los problemas de inseguridad, la anorexia generada por el miedo, el suicido. Fernando Savater suma a estos riesgos, que fracturan el mundo de nuestros jóvenes, la transferencia de la facultad educativa de las familias a las escuelas y remata con una sentencia que causa pavor: «de este modo sólo se logran envejecidos niños díscolos, no ciudadanos libres». Según datos proporcionados por los sindicatos de profesores, entre un 70 y un 80% de los docentes está en riesgo de sufrir una depresión o cualquier otra enfermedad ansiosa. Alrededor de un 15% ha sido agredido alguna vez por alumnos o por sus progenitores. Algunos de estos imbéciles llegan a grabar sus éxitos de carne de penal en los móviles. Adelante, Almodóvares de presidio, Tarantinos de callejón navajero. Seguid así hasta que la vida os coloque en el lugar que debéis ocupar. Ante vosotros se abre un mundo de posibilidades fascinantes gracias a un sistema que escupe con asco sus sobras a las cloacas del coso multiétnico de Carabanchel o Mansilla. Creo que la sociedad española, con un sistema educativo que en los últimos años causa sonrojo en Europa, debe encerrarse en los cuarteles de invierno para recapacitar. Disponemos de buenos docentes que ven coartada su libertad pedagógica ante un alumnado, como siempre, mezcla heterogénea de valores y potenciales. Pero los resultados nefastos reclaman a gritos un cambio. Y no tardando. Mientras, continúa la sangría de jóvenes valiosos.