EN EL FILO
Reflexiones sobre una masacre
ESTADOS Unidos estaba sumido en un amplio debate sobre la eliminación de ciertas irregularidades en la concesión de préstamos a los estudiantes -un 60% de los universitarios cursan sus estudios con préstamos a bajo interés y con períodos de gracia generosos- cuando una tragedia ha empañado la institución académica. En la Universidad de Virginia un estudiante perturbado mataba a 32 personas. El interés por el incidente no amaina y políticos, psicólogos y comentaristas ven todos los ángulos posibles del mismo. El último es la actitud de los medios de información, en concreto de la cadena de televisión NBC a la que el asesino había enviado un film en el que lanzaba una serie de improperios. NBC pasó una copia a la policía pero difundió horas más tarde varios minutos. El hecho ha indignado a las familias de los muertos y a muchos de los telespectadores. La discusión es la eterna: ¿cuál es el papel del periodista, proteger al público cuando la verdad es hiriente o exponerla por repugnante que resulte? Otro aspecto importante es como se evita la repetición de estos sucesos. ¿Puede detectarse qué estudiante es proclive a hacer una barbaridad como la de Virginia? Si las autoridades académicas ven la amenaza potencial de un estudiante, ¿qué pueden hacer?. ¿Es suficiente motivo de alarma el que un alumno, de literatura por ejemplo, trate con frecuencia en composiciones, poesías, novelas... temas violentos? Si el profesor da el soplo sobre esto a las primeras de cambio, ¿no se estará coaccionado la libertad artística de un estudiante a lo mejor inofensivo? El asesino actual Seng-hui Cho había tenido algún problema en el 2005. Había acechado un tanto agresivamente a dos colegas femeninas y recibido fugazmente tratamiento mental. No se consideró suficientemente grave como para expulsarlo. El hecho de que fuese coreano ha atraído asimismo la atención sobre las minorías. Cuando saltó la noticia de que no era blanco, líderes negros o hispanos han confesado que musitaron, «Dios mío, que no sea uno de los míos». De haber sido hispano, el crimen habría incidido en la discusión actual sobre la emigración. No menos relevante es el control de las armas. La matanza ha reabierto esta seria cuestión. La periodista J. Dionne escribe en el Washington Post que Estados Unidos vuelve «a ser el hazmerreír del mundo por su apego al derecho de los ciudadanos a tener armas» pero reconoce que no será senc illo alterar la situación. Los defensores del mantenimiento de las leyes actuales arguyen que la cifra de actos violentos ha disminu ido enormemente en los últimos años y que el derecho a tener un arma es algo inalienable. Los políticos tratan el tema con enorme cuidado por la impopularidad de la prohibición en bastantes votantes. Los Angeles Times titulaba: «Los políticos demócratas vacilan antes de presionar por el control de armas». El matutino californiano dice que están escaldados porque ese tema «hizo parcialmente perder a Gore las elecciones en Arkansas, West Virginia y en su estado natal de Tennessee». Con uno de ellos habría sido presidente. El diario concluye que los demócratas tienen ahora «mayoría en las dos Cámaras porque reclutaron en varios estados a candidatos que se oponían a un mayor control de las armas y les comieron el terreno a los republica nos».