Diario de León
Publicado por
JAVIER TOMÉ
León

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UNA NACIÓN capaz de inventarse al inspector Clouseau, al gran Zinedine Zidane, la no menos grande Brigitte Bardot o al cabezón Asterix, resulta admirable para cualquiera que tenga dos dedos de frente. La dulce Francia, sumo reducto de la cultura durante décadas, acaba de sufrir un auténtico soponcio, al quedar en harapos la credibilidad del mito galo por excelencia. Los azares de la posteridad han sacado a la luz que los presuntos restos de la heroína Juana de Arco, envueltos en resplandores de santidad civil, corresponden en realidad a una momia egipcia. La pobre Juana salió de la hoguera más quemada que el mapa de Bonanza, bochorno que se extiende ahora entre sus compatriotas al percatarse de que les han dado gato por momia. Porque, efectivamente, al sacar la hilacha del enterramiento apareció hasta el fémur de un gato que al parecer pasaba por allí. Una epopeya con mal final, prueba fehaciente de que no debemos confundir el atún con el betún. Una vez estropeado el juguete y arrojado a la chatarrería de los trastos inútiles, es esencia de la tradición francesa pasar página con premura y cortar la cinta inaugural de los tiempos que se avecinan. Así que los electores del país vecino dudan en entregar las llaves del poder a Sarkozy, visto por algunos como el segundo Napoleón, o a la dulce Ségolène, icono de delicadeza que puede ser la primera mujer en presidir Francia. Según los analistas políticos, ambos tienen cosas a favor y en contra. A Sarko le reprochan poseer alma de Atila y uno de esos egos que acaban por echar a perder los mejores talentos. Y de Ségo dicen que, cuando se pone en plan tarasca, es mejor sacar los chubasqueros. En fin, se admiten apuestas sobre el resultado final, pues el jurado ya se ha reunido para deliberar.

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