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Publicado por
XOSÉ CARLOS CANEIRO
León

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QUERÍA escribir un elogio de la fealdad, como si fuese un tratado escrito con ánimo iconoclasta. Sería ingenuo. Además, a lo largo de la historia de la cultura, se ha escrito mucho y bien sobre los feos. Los feos han sido héroes y antihéroes. Leopold Bloom no era muy agraciado, y el don Juan de Torrente Ballester tampoco. No eran agraciados Max Estrella ni el Marqués de Bradomín de nuestro Valle. Pero los tiempos han cambiado. Así, mientras la frívola Paulina Rubio dice que quiere malcriar a sus próximos tres o cuatro hijos... mientras lo rosa se nos ha metido en la médula de los huesos, a mí me suena el diapasón de «Cambio Radical». Los únicos cambios radicales son los psíquicos, como bien sabemos desde Freud. Pero lo que plantea este programa televisivo va más allá de lo soportable. Plantea que ahora que nuestra ministra de Sanidad ha proclamado su lema (la salud es lo que importa) a la sociedad le importa el cascarón. Plantea que lo importante es el físico, ahora que los intelectuales pensaban que con la cosa del neogob ierno lo que importan son las conciencias. Plantea la guapura en vez de la belleza. Y eso es lo que me toca las narices, por no decir el alma. La belleza poco tiene que ver con el envoltorio que han creado los ídolos de la contemporaneidad. Yo he visto la belleza con los ojos cerrados. Porque la belleza siempre está en los ojos, aunque sea cerrados, de quien la mira. He visto el otro lado de las cosas y he visto, maldita sea, esta realidad que ha confundido el valor y el precio. Y uno, en su inocencia, está por los valores. Esos valores de los que tanto hablamos: para nada. Porque después se nos cuelan los de «Cambio Radical». Y se nos cuela la estupidez en estado puro. Y no podemos hacer otra cosa que no sea cruzar los brazos repitiéndonos, en el espejo de los días, aquel verso hortera pero necesario: poesía eres tú. Quiérete tal como eres, colega. Tú y sólo tú.

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