EL RINCÓN
La báscula nacional
NO SE sabe si la salud será lo primero, como se asegura por orden de preferencia en los horóscopos. (El dinero, que es algo, y el amor, que es todo, vienen después). Lo que sí se sabe es que a los gobiernos modernos les preocupa mucho. Se conoce que no quieren que enfermemos para que podamos seguir trabajando, ya que una población sana garantiza el pago de los impuestos. Ahora ha cundido la preocupación ante el problema de la obesidad, que nunca fue un problema en la posguerra, donde los gorditos eran sospechosos de dedicarse fructuosamente al 'estraperlo', palabra ya en desuso, aunque no su práctica. Resulta que la mitad de los españoles sufre lo que antes era un gozo: cuando se pesa en una farmacia corre el riesgo de que salga ese letrero que dice «pésense de uno en uno». El porcentaje de adultos obesos crece de modo imparable y el de niños en un modo difícil de parar. Antes escaseaban los gordos, pero no las gordas. Ya se sabe que cuando la española pesa, pesa de verdad, pero ahora con esto de la paridad nos hemos igualado mucho. El retrato robot que ha realizado la Encuesta Nacional de Estadística muestra que los compatriotas, unos con otros, incluidos los que no son partidarios de que les incluyan en la patria, están deprimidos, tienen sobrepeso visible a distancia y padecen riesgo cardíaco. Debo reconocer, aunque no lo haga con orgullo, que no soy un español medio. A mí lo único que puede deprimirme es que un médico me aconseje, como dice Alvite, que vaya cerrando los ojos para ganar tiempo. Tampoco estoy gordo y sigo fumando. Ni siquiera tengo tos, aunque no me gusta que nadie me tosa y jamás me he aburrido, ni siquiera viendo la televisión durante las campañas electorales. Creo que fue Séneca el que dijo que la parte más sana de nuestro cuerpo es la que más se ejercita.