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Publicado por
ROBERTO L. BLANCO VALDÉS
León

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¿PUEDE un partido que no existe en la realidad (ANV) presentar de la noche a la mañana 256 listas electorales, con miles de nombres, para concurrir a unos comicios? ¿Hay indicios pasa pensar que ese partido es un instrumento de Batasuna cuando en la inmensa mayoría de sus listas figuran candidatos que lo han sido ya del brazo político de ETA? ¿Ha utilizado antes Batasuna listas fraudulentas para burlar su ilegalización? Esas eran las tres preguntas esenciales que el Gobierno debía haberse formulado si quería cumplir su reiterado compromiso de que aplicaría «en su letra y en su espíritu la ley de partidos». De haberlo hecho, las respuestas hubiesen resultado indiscutibles. A la primera: no puede en modo alguno. A la segunda: hay sobradísimos indicios. A la tercera: las ha utilizado desde el momento de la ilegalización. En lugar de eso, el Gobierno ha preferido mantener una impostura que le permitirá seguir jugando al proceso de paz, tal y como con una terquedad digna en verdad de mejor causa desea Zapatero pese a las pruebas abrumadoras de que ETA está y ha estado en otra cosa. De tan evidente impostura se hizo portavoz, como otras veces, la vicepresidenta Fernández de la Vega: según ella, el gobierno debía adoptar en relación con el monumental intento de fraude electoral de Batasuna una decisión jurídica y no política. Nada es menos cierto. El Gobierno tenía que decidir, políticamente, si iba a hacer todo lo posible legalmente para evitar que Batasuna, con una u otra careta, volviese a las instituciones antes de que ETA se disuelva o Batasuna la condene de forma taxativa. El Gobierno tenía que decidir... y ha decidido. Sí, bajo la absurda disculpa de que al ejecutivo le corresponde resolver lo que en realidad es competencia de la Sala especial del Tribunal Supremo, Zapatero -con la inestimable ayuda de Garzón, quien sostiene sin ruborizarse una cosa y su contraria- ha optado por no utilizar todos los medios de impugnación que la ley de partidos le permite, lo que es tanto como decir que ha abierto la puerta para que se cuelen docenas de candidaturas fraudulentas impulsadas por ETA-Batasuna. Lo que suceda con ellas a partir de ahora será, pues, de la entera responsabilidad del presidente. Así que ya lo saben: todos los concejales que consiga fraudulentamente Batasuna en candidaturas no impugnadas serán el regalo de un Gobierno que, contra todas sus promesas, ni ha cumplido en su letra y en su espíritu la ley de partidos ni, por lo que parece, ha cerrado ese llamado proceso de paz en el que ya sólo creen Zapatero y sus intelectuales orgánicos más cerriles y sectarios.