Gravedad cero

ME NIEGO a escribir sobre la detención de Isabel Pantoja. Que se haga justicia, y los jueces sabrán cuál es. La sola idea de la prensa del vómito preguntando a todas horas «Paquirrín, Paquirrín, cómo estas, ¿destrozado por la detención de tu madre? provoca ganas de exiliarse, o como mínimo de abandonar durante una temporada la dieta de tomate y demás lechugas. Retomó un tema de hace unos días, sobre el que en su momento no pude escribir: el vuelo del científico Stephen Hawkin en una cámara de gravedad cero. Qué imagen más extraordinaria la de este físico afectado de una esclerosis lateral amiotrófica flotando como un Peter Pan hacia Nunca Jamás. «¡Ha sido asombroso!» declaró a través del ordenador de su silla de ruedas, «podía haber volado mucho más tiempo!». El científico soñaba con experimentar esta sensación, y los sueño están para ser cumplidos, que es la única forma de que sigan contigo. En cierta ocasión, mi mujer me preparó un viaje sorpresa para asistir a un concierto de Kris Kristofferson, uno de mis ilusiones desde la adolescencia; todavía hoy me emociona recordarlo. A los sueños hay que cumplirlos cuando estás despierto, pues dormido no es lo mismo. Cuando contemplé las imágenes del autor de «Breve historia del tiempo» realizando parábolas voladoras y supe que estaba cumpliendo un anhelo, que parecía a priori imposible, entonces, sentí la complicidad de la fraternidad universal. Vivió durante 30 segundos aquello que antes sólo podía experimentar en su prodigiosa mente. El corazón también tiene estrellas, además de agujeros negros. Desde su cátedra de la fuerza de voluntad nos dio una magistral lección. Misión cumplida, capitán Stephen. Creo que valía la pena recordarlo, hoy que tantos temas periodísticos son tan graves como livianos.