EN BLANCO
Servicio público
YA ERA hora de que la televisión pública aprendiese a separar el grano de la paja, al decidir que el nacimiento de la segunda hija del príncipe don Felipe y doña Leti, la infantita Canuta o como se llame, tenía un interés informativo similar al de la batalla de Lepanto o cualquiera otra de esas altas ocasiones que vieron los siglos. Por ello, se marcaron en la noche del domingo, ocupando el horario estrella, una entrañable programa sobre los entresijos del acontecimiento, aportando documentos de una ternura desgarradora sobre la infancia de la madre, con datos exclusivos sobre sus preferencias por la Fanta de naranja o que su perro se llamaba Chispi. El feliz y un tanto estupefacto padre, atenazado por los nervios del momento, explicó a los periodistas presentes, en una rueda de prensa repetida en televisión algo así como doscientas veces, que la madre había estado pendiente en todo el momento del parto. Cosa que le deja a uno más tranquilo. Ya sé que los malos españoles protestan por la supresión de la comedia anunciada para dejar hueco a un programa al que califican como puro sadismo informativo. Pero esa es la gente innoble de la que habla Rajoy, quien por cierto va a preguntar a Zapatero, en el Congreso, el motivo de no pasarse por la clínica Ruber con el preceptivo pijama rosa como obsequio. Él, por su parte, ya ha ordenado al señor Acebes que se ponga a calcetar unos patucos para la princesita, regalo al que acompañará una versión disco del pasodoble a Amilivia, para comprobar el momento exacto en que la criatura rompe a reír. Perdonen que se me haya olvidado el nombre de la niña, pero como el programa sólo duró diez horas y en medio de semejante torbellino de emociones¿ Puro servicio público.