Diario de León

LA PENÍNSULA

Del dicho al hecho

Publicado por
EDUARDO CHAMORRO
León

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CUESTA realmente mucho trabajo hacerse a la idea de que son como son o de que quieren parecer lo que se esfuerzan en aparentar. En realidad, cuesta muchísimo trabajo entender qué es lo que se quieren decir el Gobierno español y Batasuna, qué es lo que se dicen ETA y Batasuna, y cuáles son los significados de las señales que se envían entre sí ETA y el Gobierno de España. Y tampoco es fácil suponer que alguien como Cándido Conde-Pumpido, fiscal general del Estado, habla para dar la oportunidad de que le tomen por el pito del sereno. Sus palabras fueron: «La Fiscalía va a estar muy atenta respecto a cuál va a ser el comportamiento de los líderes más notorios de Batasuna, habida cuenta de que estos dirigentes han dejado claro que ANV no era su opción. Pero si se manifiestan de manera que ANV es su opción, naturalmente este comportamiento podría ser un indicio adicional para su futura ilegalización o incluso para su suspensión por la vía penal, que puede hacerse en cualquier momento, incluso antes de las elecciones del 27 de mayo próximo». Apenas habían pasado unas horas cuando Pernando Barrena, dirigente de Batasuna, decía en Pamplona que «la izquierda aberzale pide el voto para Acción Nacionalista Vasca el próximo 27 de mayo». Y a continuación, la Fiscalía dijo que «no es razón para promover la ilegalización de ANV que miembros de Batasuna pidan el voto o acudan a los mítines de ANV». Siempre que se habla se corre el grave riesgo de hablar por hablar y de que nadie entienda lo que uno dice o de que se haya dicho Diego cuando se dijo digo. Es normal. Lo que sería de una anormalidad sumamente peligrosa es que el ciudadano normal comenzara a considerar normal el poco respeto en el que pueden llegar a verse un cierto número de cosas de cuya importancia depende la normalidad de la vida, es decir, su norma. Porque, de ser así, el ciudadano podría comenzar a perder su confianza en quien la vida ciudadana requiere confiar. Y podría comenzar a pensar que la amenaza del terror guarda la libertad del delincuente. Y quizá incurriera en un error al pensar así, pero la lacra de ese error sería de un impacto psicológico incalculable.

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