Diario de León

DESDE LA CORTE

Galicia abandona la mansedumbre

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FERNANDO ÓNEGA
León

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UNA SERIE de acontecimientos ocurridos en Galicia producen una impresión desde la distancia: está surgiendo lo que en Cataluña se llama el «catalán emprenyat» (el catalán cabreado). En este caso sería, obviamente, el gallego cabreado. Lo hemos visto en tres casos recientes: en Valga, donde los vecinos cortaron la línea férrea hasta doblegar al orgulloso ministerio de Fomento; en la ría de Ferrol, donde los pescadores impidieron durante días el atraque de un barco de transporte de gas, y ahora en Vigo, donde se vive una durísima huelga del metal. Las raíces de cada suceso son distintas. En Valga, un fallo mecánico hizo que un tren matara a tres ciudadanos en una herencia del siglo pasado: un paso a nivel. En Mugardos sufren el miedo a una planta de gas que ha destrozado un bellísimo paisaje y se teme que ahora destroce la riqueza natural de la ría. Y en Vigo estamos ante un conflicto laboral clásico. Razones y conflictos muy diferentes, pero que hacen aflorar una sociedad que dista mucho de ser la sociedad miedosa y resignada que denunció el galleguismo progresista. Quizá sean los efectos del resurgir de la voz propia que comenzó con el «Prestige». Lo primero que sorprende desde el análisis político es que Galicia está siendo la región de mayor número de protestas populares, cuando históricamente había sido una de las comunidades menos conflictivas. Lo segundo, que este clima de irritación se produzca cuando Galicia tiene uno de los gobiernos más in clinados a la izquierda por el pacto PSdeG-BNG. Y lo tercero, la violencia verbal y física que se ejerce en algunos episodios. En Vigo, por ejemplo, donde se denuncia el incumplimiento de un convenio, la protesta sindical es mucho más dura que en Cádiz, donde los trabajadores de Delphi están a punto de quedarse en el paro. Hemos visto la agresión a un conductor, un encierro en Hacienda, cortes de tráfico y ferrocarril, quema de contenedores, encapuchados, un enloquecido oportunista que puso un artefacto, la ocupación de ayer del edificio de la Xunta¿ Si existe el «gallego cabreado», en el metal de Vigo lo está en grado superlativo. No voy a caer en el tópico de repetir que con violencia se pierden las razones, aunque sea verdad. Hoy me quedo en la constatación del hecho sociológico, que quizá sea histórico: una parte de Galicia abandona la mansedumbre para pasar a la protesta, antesala de la rebeldía. Lo estamos viendo. Es un hecho nuevo. Y deben tomar nota los sucesivos gobiernos españoles, que han hecho de Galicia un escenario de promesas que terminaron en decepción. Sumen a eso las injusticias actuales, el complejo histórico de sumisión, y ya ten emos el explosivo. Basta una cerilla para hacerlo explotar.

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