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Publicado por
FERNANDO ÓNEGA
León

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LA LLEGADA de los cayucos recuerda lejanamente algunas estrategias bélicas leídas en los libros: atacar cuando el enemigo descansa, come o está de fiesta. Quien planifica esos viajes hace lo mismo: trata de desembarcar cuando el «enemigo» (la Guardia Civil) se supone que descansa. Por eso los fines de semana son especialmente dramáticos: el último han llegado a Canarias casi un millar de personas. Sumando los datos de las crónicas, se puede hacer el siguiente balance: en un año, pateras y cayucos han desembarcado en las islas a unos 20.000 inmigrantes. La mayoría están entre nosotros. Estos datos son muy alarmantes para la población. Las radios se apresuran a avisar y contar la llegada de un cayuco. Las cámaras de televisión son atraídas al puerto o la playa, porque son imágenes que «venden bien». Y entre todos tenemos la impresión de que África se despuebla por Canarias, sin que nuestras autoridades demuestren eficacia en el control, ni en la diplomacia, ni en el apoyo de Europa, ni en la repatriación. Total, un fracaso, que la oposición política se encarga de convertir en absoluto. No perdamos la perspectiva. La llegada de cayucos es espectacular y de mucho impacto. Pero los «sin papeles» del fin de semana son una gota de agua al lado de la cantidad de extranjeros que obtienen cada día autorización de residencia en España. Según los datos oficiales -¿por qué se publican tan poco, por cierto?-, más de doscientas mil personas, exactamente 214.935, obtuvieron esa autorización durante los meses de enero, febrero y marzo. Son inmigrantes de larga residencia o acogidos al principio de reagrupamiento familiar. ¡Éste sí que es un problema, y no otros que tanto abundan en los discursos electorales de estos días! Tiene un factor positivo: si la economía española creció esos mismos meses un 4 por 100, ha sido en gran parte por esos nuevos productores y consumidores que han llegado o se han asentado. Pero alguien tendrá que ir pensando dónde está el límite. España atrae a los africanos por proximidad y a los sudamericanos por idioma. No hay nada que anuncie un freno de la riada. Mientras todo vaya bien y haya empleo, todos felices. El día que llegue la crisis del empleo, nadie sabe cuál será el conflicto. ¿Qué quiero decir con esto? Quiero enviar un mensaje a la oposición: no se enroquen en los cayucos, que ahí no están las peores señales de alarma. Fíjense en el problema en su conjunto. Pregunten por qué y a quienes se están dando tantos papeles. Exijan medidas de control en aeropuertos y fronteras. No pidan medidas en el mar que signifiquen la muerte de personas que sólo buscan trabajo y comida. Y no olviden que pueden carecer de papeles. Pero son personas.