NUBES Y CLAROS
¿Hay alguien ahí?
NO SE ESFUERCE, no hay nadie. Y si consigue que allá, al final de sus súplicas y juramentos, aparezca alguno o alguna que no es una máquina con voz humana, le va a dar lo mismo. Tampoco entonces habrá nadie que le atienda. En esta época de proliferación de derechos de los consumidores, en las que los teléfonos de atención al cliente brotan como capullos en primavera, cuando tenga usted un problema no podrá hablar con nadie. Y eso es una triste gracia. Hasta ahora en líneas generales el que tenía un problema con un producto o servicio se quedaba con su mal y tres palmos de narices, pero por lo menos no le privaban los «servicios de atención al cliente» de la pataleta, la amenaza vil de irse a otra compañía, el no sabe usted con quién está hablando,... Te daba lo mismo, pero desahogaba. Hoy ni eso. Se lo digo yo, que tengo experiencia. Y sé que no soy la única. Los servicios de atención son en líneas generales un sacaperras en el que a cuenta del «ahora le pasamos con quien sepa de lo suyo» se gasta uno una fortuna en reclamaciones. Muchas veces, para nada. Llama usted al teléfono destinado a sus quejas o consultas y le sale el inefable: «Si quiere quejarse, marque 1; si quiere que le atiendan, marque 2; ...». Pasa así de una serie numérica a otra, hasta que la máquina se entera de su vida y milagros: «Si veranea en Algeciras marque 1; si prefiere la montaña, marque 2...». Nunca llega el operador, porque en realidad usted desconoce si lo suyo es una reclamación o una súplica. Al final la máquina le espeta: «Diga en voz alta y clara su problema». «¡No me funciona el teléfono!». Silencio. «Lo siento, no reconocemos su avería, inténtelo más tarde». Piiiiii. Puede usted fastidiarse en todo lo que se menea, pero eso es lo que hay. Al otro lado, nada. Inténtelo más tarde, pero...