EL RINCÓN
Trapos sucios
LAS ÉPOCAS electorales, que son cortas pero intensas, no resultan adecuadas para mostrar la indudable caballerosidad de los candidatos. Temporalmente las ocultan, pero saben que saldrán a relucir luego, una vez pasada la trifulca, y vencedores y vencidos aparecerán sonrientes en las fotografías, ya que todos piensan seguir viviendo de lo mismo y eso determina una cierta solidaridad. Hoy por ti, mañana por mí y siempre a costa de los mismos. De momento, con los mutuos trapos sucios están haciendo una bandera. Hay detectives que investigan el pasado de los candidatos y, como es natural, encuentran algunas zonas de sombra. Es muy difícil, como deseaba Baudelaire, ser «sublime sin interrupción». Claro que también es bastante arduo ser un malvado constante. Los únicos que pueden ejercer su tenacidad son los tontos, que son vitalicios. En esta temporada, donde lo que impera es el reclutamiento de partidarios, lo que se lleva es el dicterio. Más importante que hacer creíble la excelencia de cualquier candidato es demostrar que su adversario es un mamarracho. Para dar ejemplo, unos partidos exigen la dimisión de los que ocultan los negocios de su familia y otros, sobre todo en los pueblos, exigen que sus familiares sean colocados. ¿Por qué hemos tardado tanto en acusar al presidente autonómico balear de comprar su palacete por el 20 por ciento de su valor? Si ese aprovechamiento es cierto, los mallorquines tenían derecho a saberlo mucho antes, con el fin de evitar la ensaimada de la corrupción.Ahora sale a relucir lo peor, o sea lo más opaco. Las delaciones se producen entre correligionarios, ya que su única religión es el poder.