DESDE LA CORTE
A la sombra de una foto de mujer
PERDÓNENME que comente una noticia referida al estricto ámbito de Madrid: el agrio choque entre Miguel Sebastián, candidato socialista, y Alberto Ruiz Gallardón, alcalde y candidato del Partido Popular. Sólo se ha podido ver en directo en el ámbito territorial madrileño de TVE, y además no llegó a un millón de espectadores, porque la emisión del debate coincidió con la final de la Copa de la UEFA. Pero ha marcado un salto extraordinario en el estilo de las campañas electorales en este país. De ahí su importancia, al margen de la cobertura regional. Les sitúo. Un par de revistas publicaron hace tiempo que una procesada en la «operación malaya», actualmente en libertad bajo fianza, llamada Monserrat Corulla, invocaba el nombre de Ruiz Gallardón en algunas operaciones inmobiliarias. Salvo en los corrillos donde desembocan tantas perversiones maledicentes, esa difusión no tuvo efectos sociales ni políticos sobre el alcalde. Pero llegó el señor Sebastián y se lanzó a su yugular con una pregunta sobre relaciones con la mentada operación, mientras enseñaba la foto de Corulla. Conmoción en la pantalla. Reacción del alcalde: nunca pensó que le sacaran cuestiones personales. Efecto en la opinión pública: ha comenzado el juego sucio electoral. Opinión personal: Miguel Sebastián se equivocó al blandir esa foto. Dio la impresión de que insinuaba más una relación afectiva que una irregularidad económica. Gallardón se equivocó al llevar la respuesta al terreno personal, porque parecía lleno de suspicacia. Pero no pretendo decir que se ha producido un empate. No lo hubo porque, si Sebastián iba por el lado más íntimo, eso es de un mal estilo que ni los más puritanos aprueban. Y, si iba por la sugerencia de corrupción, eso no se pregunta así, con ese estilo de «cherchez la femme»; se denuncia con datos. La débil apoyatura en un rumor publicado es de una factura tan débil que se vuelve contra su autor. ¿Y qué?, dirá el lector con razón. Allá él. Es verdad: allá él. Lo malo es que estemos ante un antecedente; ante un nuevo tipo de hacer campaña, basado en insinuaciones sobre la intimidad de los candidatos o sobre su honorabilidad política. Eso sería, simplemente, juego sucio electoral. Planteado de la forma que lo hizo Miguel Sebastián es, además, torpe, porque ahora le permite a Gallardón presentarse como mártir y compararse con las faenas que en Francia le han hecho a Sarkozy. Lo que me intriga es por qué se hizo eso y así, ya que este tipo de debates son preparados a conciencia, con todo tipo de asesores y sin dejar ningún aspecto a la improvisación. ¿Piensan, quizá, que una cuestión de alcoba influye en el electorado? Pues me temo que, además, se equivocan de país.