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Ponferrada

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EL AÑO QUE vivimos tiene todas las papeletas para figurar en un futuro entre los más recordados de la pequeña historia de Ponferrada. Muchos se acordarán del 2007 porque fue el año en el que la Ponferradina jugó en la Segunda División, y esperemos no lo hagan rememorando un hecho aislado. Otros mirarán al Puente del Centenario, a falta de empiecen las futuras obras del Museo Nacional de la Energía , y casi todos lo asociarán con la reapertura del Castillo de los Templarios, después de unas obras que han servido para reconstruir su zona palaciega, invirtiendo -para bien o para mal, según los gustos- el curso natural de la historia. Cuando falta poco más de un mes para su reinauguración, y metidos en una campaña electoral que según las encuestas otorgará a Carlos López Riesco una nueva mayoría absoluta, la recuperación con fondos europeos del castillo -una obra que tanto el PP como el PSOE querrán presentar como propia, seguro- es una de las mejores noticias que va a recibir la ciudad. No hace más que una década, el castillo era una ruina cerrada a los visitantes por el peligro que entrañaban unos muros de piedra sin consolidar, y lo que hoy resulta extraño es que las administraciones, todas, hayan tardado tanto tiempo en hacer algo para frenar la ruina del monumento más emblemático de la ciudad. Se podrá discutir sobre el alcance de las obras, si es consecuente con su historia reconstruirlo como hizo el conde de Lemos después de las guerras nobiliarias y las revueltas del siglo XV, reconvertirlo en un centro social y cultural con auditorio, salón institucional, museo y cafetería, o la restauración debería haber sido más respetuosa con su condición de ruina. Pero nadie discute que había que hacer algo, y con el tiempo cualquier polémica que pueda generar una imagen de la fortaleza templaria con tejados, se diluirá cuando los ponferradinos comiencen a disfrutar del paseo por sus adarves y de la vista de la ciudad desde sus torres almenadas. Porque el castillo debe ser, ahora más que nunca de todos los ponferradinos. No debiera haber ninguna sala importante que permaneciera cerrada al público y por eso no comparto la decisión de reservar la galería que da a la calle Gil y Carrasco, una de las zonas más atractivas del Palacio reconstruido, como área para uso exclusivo de la administración municipal. Muchos ponferradinos se van a quedar con las ganas de asomarse desde la galería y tendrán que disfrutar de la vista sobre la calle y el casco antiguo desde la ronda perimetral. Desde esa galería se podrá contemplar durante los próximos seis meses un puente que conduce a las estrellas. O al menos eso dicen de la infraestructura de hierro que sirve de pasarela entre las dos iglesias que se reparten la sede de la exposición Las Edades del Hombre; la Basílica de la Encina y la iglesia de San Andrés. Y al margen de la reapertura del castillo, y aunque la Casa Real declinara (¿por la campaña electoral?) la invitación a inaugurarla, es la muestra de arte religioso, la mayor efeméride que dejará este año. Después del 27-M, y superados los deseos de salir en la foto de unos, o de que no la capitalizarán los rivales, de otros, ni siquiera la política le hará sombra.