Diario de León
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FEDERICO ABASCAL
León

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APROVECHANDO que no se presenta a las elecciones municipales, Rajoy utiliza la campaña electoral para lanzar contra el presidente Zapatero hipótesis acusatorias muy duras sobre supuestas reuniones del Gobierno con ETA, reuniones que niega el Gobierno, aunque su presidente matice que se le debe tomar el pulso a la banda, para ver su temperatura. Y con ese respeto a la verdad que se arroga el PP últimamente, Rajoy se niega a creer los desmentidos del presidente, y anima a los suyos a no creérselos «porque chocan con la realidad». Estuvo ayer Rajoy en Badajaz y, de manera sorprendente, no se refirió al menos por la mañana a la política antiterrorista del Gobierno, tal vez para que brillasen más algunos éxitos populares en la Comunidad extremeña y, entre ellos y de forma muy especial, la gestión del alcalde de Mérida, Pedro Acedo, al frente de una ciudad declarada patrimonio de la Humanidad, aunque no sólo por los méritos de Acedo, pues a los romanos hay que darles las gracias. Pero si Rajoy descansó en su acoso a Zapatero, Mayor Oreja debió coger el relevo y no sólo manejó hipótesis contra el presidente sino que confeccionó con ellas un silogismo. Para demostrar que Zapatero sigue enganchado al proceso de paz, aseguró que ese proceso o lo rompe ETA o lo rompen los españoles; es la única alternativa. El Gobierno no lo rompe, y lo ha demostrado tras el atentado del 30 de diciembre. No puede romperlo porque necesita a ETA. Si lo rompiera, firmaría su fracaso. Las elecciones municipales/autonómicas van a celebrarse con un tufillo a juicio general, por parte del PP, a la política antiterrorista de Zapatero, aunque ese juicio no abarque la persecución policial de etarras ni el desmantelamientos de comandos, pues en ese terreno el Gobierno merecería cuanto menos un aprobado alto; el PP ataca la vía hacia un diálogo condicionado para el fin de la violencia, y para desbrozar los hierbajos de la vía se han mantenido contactos entre socialistas vascos y Batasuna, y hasta entre ETA y delegados del Gobierno. Pero el desbroce vial no parece a estas alturas efectivo, lo cual inspira dos posturas: procurar pacientemente que la evidencia de una ETA política, social y policialmente derrotada asuma su propia realidad, por mucha capacidad de asesinar/extorsionar que conserve, o considerar traidor a la patria o, en lenguaje popular, a la sociedad española a quien no propugne el aniquilamiento total de la banda, algo que una inmensa de españoles desearía por razones obvias, entre las que figuran las muertes de ETA que la sociedad española sólo llegaría a perdonar si los asesinos mostrasen algún día arrepentimiento. Esta disparidad de criterios permite que si en muchas zonas urbanas de Euskadi vuelven a ocupar las calles, en su estrategia de intimidación, las cuadrillas filoetarras, en la campaña electoral propiamente dicha ocupan casi todo el espacio dialéctico de Rajoy, y compañeros de dirección, tanto ETA como Batasuna, acompañadas de la figura de Zapatero, a quien se quiere fundir con el terrorismo como formando un todo. Ya lo decía ayer Mayor Oreja: Zapatero necesita a ETA. ¿Quién suministrará esas insidias a la plana mayor de Génova?

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