DESDE LA CORTE
El perro de Pavlov
¡QUÉ sugestivo el espectáculo del nuevo partido de Savater, Rosa Díez y otro medio centenar de promotores! ¡Qué retrato de nuestra clase política y su voracidad! Si no resultara ofensiva para gente muy noble, habría que exclamar: ¡cómo descubre a los buitres que hay por el cielo, esperando un cadáver que puedan despedazar! El anuncio de ese partido, todavía tan difuso que parece un globo sonda, ha desatado ansias y recelos, a partes iguales. Ansias, en el PP, que observa alborozado cómo se le abren grietas a Zapatero. Recelos, en el PSOE, que teme que empiece la emigración en el boque social que lo llevó al poder en el año 2.004. Es, en el fondo, la edición política del experimento del perro de Pavlov: dices la palabra «comida», y se le excitan los jugos gástricos. Aquí dices la palabra «voto», y se excitan los jugos de las direcciones de los partidos afectados. Todos los líderes presuntamente beneficiados se ponen a mover el rabo. Desde el lunes, que se conoció la noticia, la señora Díez y sus compañeros empiezan a ser los más queridos, los más buscados y hasta los más tentados. Son el oscuro objeto de deseo, por una razón tan grosera como ésta: las encuestas dicen que PP y PSOE están empatados en intención de voto para las elecciones generales. Un empate se deshace con gestos así: con un grupo que se retira del tronco. Aunque no beneficie al segundo directamente, perjudica al partido troncal. Se deshace el empate. Y en esos juegos, se impone disimular. El que no puede disimular, dado su estado de ansiedad, es el PP. Eduardo Zaplana salió a calificar el invento como «una rebelión democrática en el seno del PSOE», ignoro si retratando una situación o confundiendo los deseos con la realidad. Debe ser lo primero, porque se apresuró a abrir las puertas de la madrileña calle Génova para lo que gusten mandar. Si los señores y señoras de «Basta ya» piden una cuota de poder en el PP, seguro que se la dan. Todo sea por abrirle un boquete a Zapatero. Un boquete de imagen, porque nadie sabe si el nuevo partido será un éxito o será la última expresión de un ridículo político. Así que, como primera actitud, les recomiendo que estén atentos al nuevo entretenimiento nacional. Como partido, no creo que tengan mucha fuerza. Si hay que recoger el voto del cabreo por el diálogo con ETA o el Estatuto catalán, ya lo recoge el Partido Popular. Pero, mientras llega la oportunidad de comprobarlo, vamos a asistir a la exaltación del cinismo nacional. Y prepárense ustedes pa ra el debate que va a suscitar. A la mayoría de los opinantes les importará un carajo la idea de España que los «nuevos» defienden. Lo único que les importa es si beneficia a Zapatero o beneficia a Rajoy.