Encartelados

TODO vale en el amor y en la guerra y, a lo que parece, también en campaña electoral, por aquello de que la batalla se da en las urnas. Y todo vale porque ningún partido controla toda su campaña. Algún jerifalte con despacho en sede puede mosquearse y argüir que nada se mueve en su grupo sin que lo sepa y en ese caso estará pillado. ¿Quién es el responsable de la colocación de la propaganda electoral en la vía pública? Se trata de unas elecciones locales y, a lo que se ve, a todas las candidaturas les importa un pimiento dónde se colocan sus carteles. Lo único que quieren es que se vean bien, que estén en sitios clave y que sus rivales no estén cerca. Ha habido años en los que por la noche colocaban carteles de un partido en una pared. Unas horas después, los de otro partido aprovechaban que todavía estaba fresco el engrudo para quitar los recién colocados y pegar los suyos. Y así sucesivamente. Ahora, cada uno busca los lugares más insospechados y todos utilizan farolas, cabinas, paradas de autobús. contenedores, señales de tráfico... Por no hablar de fachadas. Incluso en las que está prohibido fijar carteles se tapa la prohibición con la cara de un candidato. ¿Y estos son los que están dispuestos a mejorar León? Será después de haberlo empeorado y ensuciado. Dentro de meses todavía seguiremos viendo carteles en muchos sitios, porque se han colocado en tantos que nunca se quitan del todo. Así la ciudad está en permanente campaña. Pero eso no sucede en todos los sitios. En Valladolid o en Ponferrada los carteles se pegan en planchas de cartón o de ocumen que se retiran pasado el 27 M. En una ciudad «tan limpia» como León no ocurre eso. A ver si se toma nota para las generales pues ahora ya es imposible. Y se predica con el ejemplo.