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Publicado por
CARLOS AGULLÓ
León

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ELECCIONES y tributos no casan bien. Paradojas de la vida: aunque la democracia se sustenta sobre la contribución proporcional de los ciudadanos y el reparto justo de la riqueza, dicen que mencionar los impuestos en campaña no es de buen gusto. Para los candidatos, claro. Este año, las municipales caen en plena declaración de la renta. Mala suerte. Pero es que, además, estos días se habla de agravios contributivos que seguro que a los candidatos con asiento en el poder no les hacen pizca de gracia. Sólo hay tres comunidades autónomas que todavía no han suprimido el impuesto que grava las herencias a los particulares y a las empresas. De momento es mejor que a uno le toque heredar en Castilla y León, por ejemplo. O ser uno de los 17 millones de los españoles doblemente afortunados que ya no tienen esa obligación con Hacienda porque su Gobierno autonómico la eliminó. Otro agravio impositivo es el de la tasa que el nuevo IRPF aplicará a la venta de una vivienda. En este caso no es una discriminación territorial, pero sí de personalidad jurídica. Resulta que, para atajar el fraude que al parecer se está detectando entre empresas que venden pisos como si fueran particulares, el Gobierno decide considerar cualquier venta como un acto empresarial. Todos en el mismo saco, da igual que usted haya dedicado los ahorros de media vida a pagar una hipoteca. Si llega el momento de, pongamos por caso, vender el piso para poder pagar una plaza en una residencia de ancianos, la plusvalía tributará hasta un 43%. Como si la operación la hiciese una promotora que despacha un bloque entero de pisos. La medida, indiscriminada y por tanto discriminatoria, recuerda a la genialidad de Bush para acabar con los incendios: talar el bosque. Disculpen si el momento electoral convierte esto en impertinente, pero es que estas cosas importan a la hora de decidir el voto. Cuando su candidato le ofrezca un spa a la puerta de casa al mismo tiempo que anuncia una reducción de impuestos sepa que algo no cuadra. O es magia o es trampa.