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Publicado por
GONZALO OCAMPO
León

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ES EN estos días clara la coincidencia en deseos de gobernantes y de ciudadanos, en cuanto a la necesidad de afrontar la amplitud de problemas que presenta el tráfico urbano, con el ánimo, cuando menos, de disminuir su gravedad. Cuenta Sanz Alduán que ya en los años veinte, en varias ciudades de EE.UU., ante perspectivas de congestiones del tráfico urbano, se delineaban áreas reservadas al tránsito peatonal. Permanentemente actual es el estudio llevado a cabo por Buchanan en 1963, encargo del Ministerio de Transportes del Reino Unido, en razón de que el tráfico era considerado como «una amenaza a la forma física de las ciudades». Tras de estos y otros signos de alerta, en los años ochenta, la UE advierte a los países miembros acerca de la urgencia de llegar a la «movilidad sostenible» en el tráfico urbano, al tiempo que se proponen acciones precisas mediante sendos «libros verdes» que se refieren al «medio ambiente urbano» y al «impacto del transporte sobre el medio ambiente». Desde la misma UE se dictan directivas referidas a la Ciudad Sostenible y se funda el Club de Ciudades Libres de Coches. La moderación del tráfico en los centros urbanos entra a formar parte de los discursos institucionales. Sí, se quiere «moderar» el tráfico, «apaciguar» el tráfico, «calmar» el tráfico», pero la calle pierde sus funciones tradicionales y no se evita la masiva ocupación de espacios peatonales. Terminamos, no obstante, con un brote de optimismo. Ojalá que los ediles de futuro hagan suyo el propósito de los ingenieros-urbanistas Vahl y Giskes: «¿tenemos el deber de reparar y reconstruir las cualidades perdidas de la vida urbana¿los peatones deben tener la posibilidad de usar libremente todo el espacio público urbano».