Diario de León
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Luces y sombras de un poder mediático Este deporte mediático, el fútbol, levanta pasiones incontrolables y se ha convertido en uno de los fenómenos sociales más característicos de nuestro tiempo. Su importancia se manifiesta en el número de personas que lo practican, en el interés que despierta en los ciudadanos, en la consideración que les reservan las políticas públicas y en su impacto económico en la vida de las sociedades modernas. El fútbol es un juego, ante todo, en el que la gente siente alegría por las extraordinarias posibilidades físicas, sociales, y espirituales de la vida humana. En él están presentes potencialmente las grandes cualidades propias del deporte en general: la dimensión lúdica, la posibilidad de diversión y de ocio saludables, la alegría y la fiesta, la belleza y la creatividad, la valoración del cuerpo, la promoción de la grandeza y de la dignidad del hombre, la educación en las virtudes en las que se asienta una convivencia humana digna y la posibilidad de contribuir a la edificación de un mundo más unido y más tolerante. Existen, con todo, algunas sombras que se ciernen sobre el alma de este deporte y que pueden hacer de él un fenómeno contrario al desarrollo integral de la persona y al bien de las sociedades. Junto a un deporte que ayuda a la persona, hay otro que lo perjudica; junto a un deporte que exalta el cuerpo hay otro que lo mortifica y traiciona; junto a un deporte que persigue ideales nobles hay otro que busca sólo el lucro; junto a un deporte que une, hay otro que separa. Podemos definir pecados sociales a la comercialización exagerada de fenómeno deportivo, que ha llevado a la pérdida progresiva del sentido del juego como auténtica actividad lúdica y la falta de transparencia en los negocios que rodean a muchos sectores y profesionales de algunas áreas del mundo del deporte. De hecho el fútbol ha dejado de ser, en muchos casos un juego para convertirse en una industria. Ha perdido su sentido lúdico y humanizador para convertirse en competición de artistas pagados a peso de oro, que ofrecen un espectáculo de elevado valor comercial, pero falto, las más de las veces de alma y sentimientos. Anatolio Calle Juárez (Navatejera). Festival de Órgano Catedral de León De auténtica tomadura de pelo se puede calificar la situación por la que está pasando la organización del Festival Internacional de Órgano Catedral de León, decano de los festivales leoneses. Como socia del Festival también me siento indignada por las declaraciones del alcalde y de su concejal como imagino que lo estarán muchos ciudadanos y por supuesto los más de 300 socios que, desde hace 24 años, formamos parte de esta asociación. Me niego a creer que este festival que tanto ha costado colocar en el lugar en el que ahora se encuentra dentro del mundo de la música, pueda desaparecer por la negligencia de nuestros gobernantes que ni siquiera son capaces de reconocer la labor que en años de auténtica sequía cultural antes de que hubiera auditorios, museos y demás «oferta cultural» realizó el festival de órgano y otras pocas pero también muy significativas asociaciones culturales de entonces que aún perduran en nuestra ciudad. El alcalde y su concejal no pueden ahora extender cortinas de humo en sus declaraciones para no afrontar una realidad vergonzante para ellos: el festival no recibe ni un euro del Ayuntamiento de León desde hace casi tres años. Isabel C. Sánchez (Una socia del festival). P ablo (En la edición digital diariodeleon.es).

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