Diario de León
Publicado por
MANUEL ALCÁNTARA
León

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REFLEXIONAR un día al año no hace daño, aunque se carezca de costumbre y se note la falta de entrenamiento. En algunas autonomías circulan correos para impedir o dificultar esa insólita meditación en la que se supone a muchos compatriotas con un puño en la mejilla, como Tartarín de Königberg, dándole vueltas a la cosa pública. Otros no se molestan ni siquiera en eso: tienen decidida su decisión. Votarán a favor de los suyos, hagan lo que hagan, o bien en contra de los otros, que nunca tendrán nada que hacer. Un tercer apartado lo constituyen los ciudadanos que embisten, derrotando en tablas, contra las vallas publicitarias que exhiben propaganda de los partidos rivales. En lo que sí tenemos seguridad es en que no se verán precisados a reflexionar, que implica considerar nuevamente una cosa. Tampoco se encontrarán en el trance juanramoniano de pedir a la inteligencia que le dé «el nombre exacto de las cosas». Su súplica sería desoída. La actuación de los vándalos que queman contenedores y rompen escaparates es denominada por algunos cronistas «tensa calma». Se comprende que estén hartos de promesas inverosímiles y de discursos plúmbeos, pero no es para ponerse así. El paisaje ha cambiado, pero el paisanaje persiste, aunque sólo nombran la soga los que quieren ponernos un nudo en la garganta. Es inimaginable que estemos en el prólogo de una guerra civil. Quien la probó lo sabe. Lo de ahora sólo significa la reaparición del español terrible. El de siempre, aunque menos numeroso, con su piedra en la mano, aunque ha sustituido la piedra por el bote de pintura para embadurnar los carteles de las organizaciones políticas que no le gustan. No deja de ser una forma de opinar. Por suerte no consta en las urnas.

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