Diario de León

EN TINTA CHINA

Las Españas de Aznar

Publicado por
CÉSAR CASAL
León

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SIEMPRE existieron las dos Españas. Una para el que usaba las botas y otra para el que no tenía más remedio que limpiarlas con la lengua. La confrontación no la ha recuperado Zapatero por negociar con ETA. Si se puede llamar negociación a algo que ni el presidente del Gobierno sabe muy bien en qué consiste. Jamás se le ha oído decir a ETA o al entorno de estos asesinos profesionales que renuncien a la autodeterminación, a N avarra, al País Vasco francés, a sus verdades. ¿Sólo cede una parte en esta historia? Parece el juego de la gallina ciega. Y encima con la extorsión de un posible atentado. Asesinos a sueldo aparte, el centro lo inventó Adolfo Suárez y le aplicó la necesaria amnesia de la transición para salir adelante tras una dictadura de casi cuarenta años. La fórmula funcionó. Descubierto el centro, las dos grandes marcas políticas, PSOE y PP, lo exprimieron y lo exprimen al máximo. Hay votantes que eligieron la papeleta de González y que luego usaron con la misma mano la del primer Aznar, al que negaron cuando les mintió tras el 11-M y echaron en la urna los votos que dieron la victoria a Zapatero. Ésa es la grandeza de la democracia. Para los del sentido común, no tiene sentido hablar de Guerra Civil setenta años después y al hilo de ETA. Aznar sólo cumplió una promesa: la de marcharse después de dos legislaturas en el poder. Ahora en vez de ejercer el sentido de Estado de un ex presidente ha decidido parecerse mucho a su títere de los programas de humor. Es el síndrome de Moncloa. A González también le cuesta quitarse del medio. Pero Aznar con su discurso del miedo no aporta nada. Menos en unas elecciones municipales. No hay españoles de mirada torva ni se atisba un horizonte de trincheras. Por mucho que les gustaría a los salvapatrias, a los expertos en crear problemas para luego aparecer con la chistera de las soluciones, en esta España nadie quema monjas ni asesinan al teniente Castillo todas las mañanas, y a Calvo Sotelo, por las noches. Sólo se crispa el que quiere o lo precisa.

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