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León

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EN MIS comienzos periodísticos hice en Diario de León una serie titulada «Candidato en casa». No fue no el colmo de la originalidad, pero la recuerdo con afecto. En estas elecciones me hubiera gustado hacer «Estoy hasta aquí», entrevistas a los sufridas esposas o maridos de los candidatos o candidatas; a los hijos mejor no preguntarles, porque les pillas en una adolescencia puñetera y con una declaración crean una crisis en el partido. Periodismo clásico con preguntas concretas que exigieran respuestas concisas:«¿Cuántas veces ha amenazado a su cónyuge con una moción de censura?» o «Si quiere darle la tarde ¿a quién le menta, a los compañeros o a los rivales? Y es que todo concejal o diputado empieza y termina su jornada en casa, en zapatillas. Supongo que algunos se callarán en el hogar las promesas electorales, para que a los suyos no les dé la risa floja. «Vamos, papá que son ya muchos años». Lo cierto es que cuesta imaginar una carrera política a espaldas de la propia familia, pues no es un trabajo del que se desconecte fácilmente, salvos contadísimos afortunados que logran evadirse tanto que luego ya no hay quien les haga regresar al mundo real. Personalmente, intuyo que gran parte abandonaría la política activa si les tocase una primitiva; la política, la militancia y hasta la disciplina de partido. Ha de ser trabajo duro y desagradable estar todo el día fingiendo no estar de acuerdo con el rival. Tengo un amigo que cuando le pregunté hace años si conocía políticos felices me pidió un tiempo para pensárselo, y todavía sigue dándole vueltas. Y sin embargo, les necesitamos. Obviamente, a unos más que a otros. Votar es decantarse, afirmar y negar. Votando nos convertimos nosotros mismos en políticos durante un día. Votemos como derecho y deber.