EL RINCÓN
El día después
¿HABRÁ vida después de las elecciones? Hoy saldremos de dudas cuando «a la tarde le aparezcan ojeras», que dijo aquel poeta que dimitió irrevocablemente de la existencia, harto de que el tiempo le pusiera mala cara. Regresarán las navajas de siete muelles a sus canallescas panoplias, se olvidarán las calumnias ciertas y los creadores de imagen se quedarán por una temporada sin su imaginativo trabajo. Veremos cómo los que se intercambiaban denuestos aparecen sonrientes en las fotografías. Entre bomberos no hay que pisarse la manguera, ni entre sastres se cobran las hechuras. Aquí no ha pasado nada y tan enemigos como siempre. Lejos de esta malavenida provincia del Imperio, el terrible Bush logra de las dos Cámaras más dinero para la influyente guerra de Irak, que no tiene fecha de caducidad más que para los muertos. Vio claro Napoleón que las guerras se ganan con tres cosas: dinero, dinero y dinero. No acertó a vislumbrar en cambio que todas cuestan más de lo que valen. El presupuesto adicional para gastos bélicos es de 120.000 millones de dólares. ¿A cuánto va a salir cada cadáver con turbante o con casco? Lo único que sabemos es que ni unos ni otros volverán a levantar cabeza. De momento, lo que más deseamos es que el día de mañana no siga lloviendo. No porque estimule la abstención, sino porque no desborde los pantanos. Extremosa España: o llueve como nunca, o sea como siempre, o la sequía acentúa el rostro cereal de la llanura, que es «un océano de cuero». Como conviene estar a la última, Rajoy acudió a las zonas anegadas de La Mancha. En cambio, Zapatero prefirió no mojarse los zapatos. Sabe que los gestos que inclinan a los indecisos hay que hacerlos antes y la suerte estaba echada.