Cerrar
Publicado por
DOLORES ROJO LÓPEZ
León

Creado:

Actualizado:

Después de la pugna dialéctica llevada a cabo las pasadas semanas por los diferentes partidos políticos, llega la calma. Momentos de descanso, desencantos y desilusiones para algunos y de esperanzadas perspectivas para otros. Tiempo de tregua que debe dar paso a la acción prometida. Tiempo de pactos y alianzas, de polémica y sinrazón en muchas ocasiones. Porque en democracia nada es blanco o negro y son los matices precisamente los colores que la visten. Aunque sea posiblemente el aspecto menos jubiloso de ella el hecho de que el partido menos votado se constituya en muchas ocasiones el auténtico director de la orquesta, no podemos negar que la auténtica victoria es para quienes en libertad han elegido lo que consideren más cercano. Se inicia un nuevo espacio para aquellos que protagonizan el triunfo en primer término. Y también para los que han quedado frente a los ojos de los ganadores. El nombre peyorativo de «oposición» nunca debe hacer justicia al concepto que encierra. ¿Acaso deseamos los votantes de aquellos que no han alcanzado la mayoría que la única tarea de los nuestros sea oponerse siempre y por sistema?. Oponer significa tratar de impedir, imposibilitar o paralizar cualquier propuesta e iniciativa de los contrarios. Legítima será una oposición participativa si quienes ostentan el poder lo permiten. ¡Demasiada ingenuidad para participar más tarde en el reparto de los laureles!. Y ahí está la desesperanza del sistema. El desaliento surge en ambos casos, es decir, tanto si se ha alcanzado la mayoría como si se ha perdido ésta. Cuando estamos considerando la posición de los ganadores, éstos deben demostrar su calidad humana al asumir el continuado esfuerzo de estar a la altura que exige la responsabilidad de protagonizar la gestión de una localidad o municipio y dar cabida a todos; en otro caso, los representantes en minoría deben asumir la coherente y difícil posición de evitar aprisionar y estrangular cualquier acuerdo por el hecho de no haber partido de ellos mismos, si la propuesta es en favor del pueblo. Por otra parte, es muy sencillo revocar las ideas de los contrarios y prometer lo que nunca se cumplirá cayendo en la fácil tentación de usar la palabra con sus peores cometidos. Debería poderse elaborar un mapa de la gestión política al igual que estamos empeñados en descubrirlo con la genética humana. Las razones del comportamiento en el juego enmarañado de la gestión diaria. ¿Cómo conocer los votantes aquellos entresijos de los cometidos políticos en cada ayuntamiento? ¿Acaso no sería un excelente referente de opción de voto comprobar cómo actúan sus representantes detrás de las paredes? ¿Cómo se efectúan los pactos? ¿Qué motivos sirven como veto a proyectos de calidad? O por el contrario, ¿qué razones justifican que se obvien las propuestas de los que menos votos han obtenido?. Lamentablemente, poco a poco se nos va endureciendo el corazón y aceptamos aquello que se presenta como normal siendo inmoral en el intento de que no nos afecte. Y lo que es peor, nos adherimos con demasiada facilidad a la consabida y escuchada frase «al enemigo¿ni agua». No debe haber adversos entre los que convivimos en un mismo espacio, porque con-vivir no es solamente coexistir, como lo hacen las piedras. No todo vale. Lo más difícil para cualquier parte es siempre admitir un error propio, pero hacerlo es el único camino para evitar la perniciosa sensación de superioridad de unos sobre otros. Se trata de demostrar la fortaleza de reconocer los límites y a pesar de ello, seguir adelante. Nadie puede darlo todo en todo momento, ni acertar siempre y permanentemente. Los errores llegan, no olvidemos que se trata de humanos. quienes organizan la dinámica política y de no haberlos deberíamos preocuparnos. No es lo que se tiene, sino lo que se es lo que marca la diferencia. Poco importa el nivel económico o social de quien consigue una alcaldía porque ello no nos asegura que sea mejor persona. Sin embargo su calidad moral, su bondad personal y la necesaria disponibilidad incondicional para su pueblo, todo él, es lo que le hará distinto y querido por una mayoría. El electorado no carece de una sutil inteligencia a la hora de optar por lo que cree correcto y es seguro que sabrá discernir entre el camino bien recorrido de aquel otro hecho en beneficio propio o de los «suyos». Todos los que votamos lo hacemos para ganar con lo mejor y hemos ganado ya, sin duda. La democracia ha pedido la palabra de nuevo para decidir lo que el pueblo quiere, tal vez no siempre a gusto de todos pero desde luego sin el disgusto de nadie porque nuestras urnas siempre están limpias y preparadas para un ejercicio sano de la libertad. Aceptamos los resultados buscando la paz del guerrero que entra de nuevo en su hogar al abrigo de los suyos. Porque ante todo no son u nos resultados impuestos. La cordura camina a la par de la independencia del espíritu que siempre nos proporciona, sin duda, el bienestar de nuestra conciencia. Parece una incongruencia que en estas votaciones autonómicas y locales se de un tipo de voto mixto y contradictorio que juega un singular papel dentro de la balanza electoral. Es frecuente que lo que en esta convocatoria de elecciones determina el voto no sean las siglas de un partido, sino el carisma de la persona que está a su frente. Se vota a quien se conoce y se admira o a quien se cree que merece la victoria mejor que otro. El voto se convierte así en un eslabón directo con la persona y cierto es que el partido queda desdibujado tras de ella. En la convocatoria nacional el panorama es muy distinto. El partido y su ideario vuelven a cobrar protagonismo. La misma persona puede votar con signo diferente si se trata de un ámbito u otro. Lo que sin duda importa sobre todo lo demás es el entorno íntimo, aquel que lo implica desde el mismo día de los resultados en el desenvolvimiento diario de su espacio vital propio. El enmarañado y nebuloso mundo burocrático madrileño, lejos de generarle la desazón de un rostro con expresión propia, le merece la única sensación de poner la confianza en la garantía del partido que le sea más cercano. Pero conocer la mirada de quien nos va a dirigir durante cuatro años puede hacernos temblar de emoción o bien alterarnos para una larga temporada hasta que nuestra esperanza vea cerca unas nuevas elecciones. En ocasiones, la mejor palabra es la que queda por decir y esa siempre estará en poder de la mayoría que volverá a pedirla sucesivamente, período tras periodo. Descansemos un tiempo antes de pedir explicaciones a quienes entran o continúan en sus cargos. Demos tiempo a la esperanza para que pueda germinar la semilla de las ideas y las acciones. Seamos capaces de discernir entre errores y zancadillas, entre buenas voluntades y perversos enconamientos, entre poder ejercer la libertad o reprimirla. Porque en definitiva, sólo en libertad y con ella hemos llegado a ser lo que somos. ¡Que la larga historia del dolor humano por conquistarla no haya sido en vano!. Tenemos frente a nosotros un nuevo tiempo que comienza para poder mostrarnos coherentes y agradecidos al esfuerzo de nuestros antepasados. El reto es solamente nuestro, el éxito o el fracaso también.