EL RINCÓN
La otra lista de espera
EN ALGUNOS países, jóvenes robustos hacen cola aguardando turno para convertirse en terroristas suicidas y morir por su patria. En muchos más sitios hay niños esperando ser adoptados porque no tienen padres. Los primeros ansían morir para ir a ver a Dios y los segundos desean que les venga Dios a ver y empezar a vivir. Las estadísticas suelen darme vértigo, pero como soy muy malo para los números las olvido pronto. Si las cuentas son exactas 30.000 niños, en número redondos como sonajeros, están tutelados por organismos públicos en España. No es lo mismo estar con la madre, que no hay más que una, que estar con la madre patria, que cada vez hay más entre nosotros. Es sorprendente, sobre todo para los que nunca estaremos curados de asombro, que entre los españoles se adopten unos 5.500 niños procedentes de otras naciones y sólo unos ochocientos nativos. Quienes tienen tan ancho corazón como para hacerse cargo de una criatura reciente, ¿por qué eligen a alguien distante? Gómez de la Serna decía que las chinas, cuando tienen una niña, dudan si han tenido una muñeca. ¿Queda más exótico incorporar a la familia a una preciosa niña o un niño precioso con rasgos orientales? Subrayo que quien hace eso tiene toda mi admiración y respeto, pero me intriga la preferencia. Tengo amigos, incluso algún pariente que ha ampliado generosísimamente y con todas las consecuencias las páginas del libro de familia. El caso del psicópata adoptado en Chernóbil que ha degollado a sus benefactores es excepcional y no debe disuadir a nadie. Los medios justifican el fin. Es sublime eso de meter en casa a un desconocido de corta estatura y compartirlo todo con él. ¿Qué importa que haya personas que quieran demostrarse que son más buenas de lo normal? Además, no es improbable que lo sean.