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León

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LOS informáticos son desde hace tiempo los nuevos gurús de la tribu en la aldea global. Atrás quedaron la veneración al magisterio y la medicina (aunque todavía hay muchos doctores, doctores). En la abogacía cada vez hay más gente corriente y de a pie, jóvenes en busca de una carrera. La informática, en cambio, se ha convertido en una necesidad de primer orden y las instituciones «alfabetizan» cibernéticamente a escolares y personas mayores; las empresas reciclan a sus trabajadores... En fin, la informática y todo el mundo virtual de Internet son dinero y poder, que se lo digan a Bill Gates. Pero nada es perfecto. En plena resaca electoral, con la provincia volcada en los pactos se caen de la casilla de la UPL dos diputados. La chapuza parece directamente extraída de la antología de Gila. El programa sumaba, sin que nadie lo supiera, los votos del PAL-UL, su enemigo, a la UPL. De risa, después del trauma que ha sufrido el leonesismo en su corta historia. Pero las elecciones no son un chiste. Nadie, oficialmente, ha explicado, a ciencia cierta, qué pasó y cómo se descubre el entuerto los fallos y todo parece producto de duendes infiltrados en el Indra, la empresa responsable de la difusión de los datos. Alguien (uno o varios) hizo mal su trabajo y las consecuencias las hemos pagado los leoneses, que no hemos recibido una información real sobre los resultados electorales hasta cuatro días después del escrutinio. La UPL disfrutó por poco tiempo de las mieles de tres diputados y poco más de dos. El PP pasó de la amargura a la alegría, naturalemente. La chapuza del programa electoral va contra la credibilidad del sistema porque un «error informático» es algo demasiado abstracto e inconcreto para servir de coartada a la incompetencia. Si en Madrid no conocen las siglas de los partidos leoneses, alguien en León debería haberlo advertido. Lo más gracioso es que el entuerto se solucionó a «pinrel», con sumas y restas sobre el papel. Y el PP ganó con Isabel Carrasco al frente.